Tristemente volvemos a escribir desde la rabia. Hoy es el caso Analía de Jesús la
chispa que enciende la necesidad, cada vez más urgente, de ponernos a
reflexionar, agitar y denunciar que las condiciones materiales y las
relaciones sociales en que vivimos están deshumanizadas, y que los
hechos de violencia son su expresión.
Higui es una mujer lesbiana que está presa
desde marzo de 2016 por defenderse de un grupo de hombres que
intentaron violarla y asesinarla. Ella vivía en Lomas de Mariló, Moreno,
en el Gran Buenos Aires, y debió mudarse por el continuo hostigamiento
de vecinos que, incluso, llegaron a incendiar su casa. Dicen que en esa
localidad se da una expresión particularmente violenta y patotera de los
hombres que no toleran a mujeres lesbianas, y que éstas son agredidas
verbalmente, apedreadas y golpeadas si su elección sexual es reconocida.
Dicen que allí los hombres “corrigen” tanto a lesbianas como a gays.
El Día de la Madre pasado Higui volvió a
Lomas para visitar a su hermana, luego pasó por lo de un amigo que vive
cerca y cuando finalizaba el encuentro, el cuñado de su amigo, conocido
misógino del barrio, junto a otros nueve, la atacaron a golpes. Higui
cuenta que estos seres despreciables acompañaban sus golpes diciendo:
«Sos una tortillera. Sos una puta. Te voy a hacer sentir mujer. Te vamos
a empalar, tortillera». Luego le rompieron el pantalón y el bóxer y uno
de ellos se le tiró encima, dispuesto a violarla. Ella sacó un cuchillo
que llevaba escondido y se defendió con un puntazo en el tórax que
terminó con la vida de este agresor. Higui perdió el conocimiento hasta
que la policía la despertó.
El horror continuó, esta vez, en el
periplo burocrático y sádico de la institución policial. Analía fue
llevada por personal del Centro de Operaciones Municipales a la
comisaría 2da de San Miguel, donde fue objeto de burla y maltrato…
«¿Quién te va a querer tocar o abusar a vos, si sos horrible?» La
mantuvieron desnuda, presa, golpeada y sin atención médica durante tres
días.
Uno de los agresores declaró entonces que
Analía se había metido en una pelea entre dos pibes para separarlos,
acuchillando a uno. Otros tres testigos declararon exactamente, al pie
de la letra, la misma situación. Como es de esperarse, los vecinos se
encuentran amenazados por los agresores que hoy caminan por el barrio
tranquilamente, y la causa de Higui se halla repleta de irregularidades.
Ella está presa desde entonces, acusada de homicidio, y la localización
exacta la conocen unos pocos. Podríamos usar el lenguaje del enemigo e
indignarnos por el accionar nefasto de la policía y la justicia, pedir
más presencia del Estado, más policías. Pero sabemos que el Estado no
está ausente en estos hechos, que la democracia no funciona mal. Si cada
hecho se piensa de manera aislada las soluciones van a ser
individuales, reivindicando los derechos ciudadanos, legales, de cada
uno.
En 2016 hubo varios casos de homicidios por legítima defensa en situaciones de robo. Sin embargo, a
Higui no se le reconoce haber actuado en su legítima defensa, figura
que parece ser válida solo cuando lo que está en juego es la propiedad
privada de una persona burguesa.
Cada caso no es “un caso más” para sumar a
una estadística nacional del tipo que sea, lo que aquí está en juego es
el modo en que las relaciones sociales se desarrollan, y estos hechos
son parte de un problema social y como tal requieren de una solución
también social. Lo que le sucedió a Higui es todo el sistema actuando
sobre una mujer, lesbiana y pobre. El foco está en poner en tensión
todas las relaciones sociales, la violencia generalizada, y las
condiciones que generan, permiten y reproducen esta violencia.
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