sábado, 4 de marzo de 2017

¡HIGUI A LA CALLE!

Tristemente volvemos a escribir desde la rabia. Hoy es el caso Analía de Jesús la chispa que enciende la necesidad, cada vez más urgente, de ponernos a reflexionar, agitar y denunciar que las condiciones materiales y las relaciones sociales en que vivimos están deshumanizadas, y que los hechos de violencia son su expresión.

Higui es una mujer lesbiana que está presa desde marzo de 2016 por defenderse de un grupo de hombres que intentaron violarla y asesinarla. Ella vivía en Lomas de Mariló, Moreno, en el Gran Buenos Aires, y debió mudarse por el continuo hostigamiento de vecinos que, incluso, llegaron a incendiar su casa. Dicen que en esa localidad se da una expresión particularmente violenta y patotera de los hombres que no toleran a mujeres lesbianas, y que éstas son agredidas verbalmente, apedreadas y golpeadas si su elección sexual es reconocida. Dicen que allí los hombres “corrigen” tanto a lesbianas como a gays.

El Día de la Madre pasado Higui volvió a Lomas para visitar a su hermana, luego pasó por lo de un amigo que vive cerca y cuando finalizaba el encuentro, el cuñado de su amigo, conocido misógino del barrio, junto a otros nueve, la atacaron a golpes. Higui cuenta que estos seres despreciables acompañaban sus golpes diciendo: «Sos una tortillera. Sos una puta. Te voy a hacer sentir mujer. Te vamos a empalar, tortillera». Luego le rompieron el pantalón y el bóxer y uno de ellos se le tiró encima, dispuesto a violarla. Ella sacó un cuchillo que llevaba escondido y se defendió con un puntazo en el tórax que terminó con la vida de este agresor. Higui perdió el conocimiento hasta que la policía la despertó.

El horror continuó, esta vez, en el periplo burocrático y sádico de la institución policial. Analía fue llevada por personal del Centro de Operaciones Municipales a la comisaría 2da de San Miguel, donde fue objeto de burla y maltrato… «¿Quién te va a querer tocar o abusar a vos, si sos horrible?» La mantuvieron desnuda, presa, golpeada y sin atención médica durante tres días.

Uno de los agresores declaró entonces que Analía se había metido en una pelea entre dos pibes para separarlos, acuchillando a uno. Otros tres testigos declararon exactamente, al pie de la letra, la misma situación. Como es de esperarse, los vecinos se encuentran amenazados por los agresores que hoy caminan por el barrio tranquilamente, y la causa de Higui se halla repleta de irregularidades. Ella está presa desde entonces, acusada de homicidio, y la localización exacta la conocen unos pocos. Podríamos usar el lenguaje del enemigo e indignarnos por el accionar nefasto de la policía y la justicia, pedir más presencia del Estado, más policías. Pero sabemos que el Estado no está ausente en estos hechos, que la democracia no funciona mal. Si cada hecho se piensa de manera aislada las soluciones van a ser individuales, reivindicando los derechos ciudadanos, legales, de cada uno. 

En 2016 hubo varios casos de homicidios por legítima defensa en situaciones de robo. Sin embargo, a Higui no se le reconoce haber actuado en su legítima defensa, figura que parece ser válida solo cuando lo que está en juego es la propiedad privada de una persona burguesa.

Cada caso no es “un caso más” para sumar a una estadística nacional del tipo que sea, lo que aquí está en juego es el modo en que las relaciones sociales se desarrollan, y estos hechos son parte de un problema social y como tal requieren de una solución también social. Lo que le sucedió a Higui es todo el sistema actuando sobre una mujer, lesbiana y pobre. El foco está en poner en tensión todas las relaciones sociales, la violencia generalizada, y las condiciones que generan, permiten y reproducen esta violencia.

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