La ciudad de Pergamino está
ubicada al noreste de la provincia de Buenos Aires y tiene una población
cercana a los cien mil habitantes. Esta localidad se desarrolló como un
apéndice del área agropecuaria, a la que se le reservaron las mejores
tierras, las más altas. De ahí que el casco urbano se ubique en una zona
relativamente baja, de acumulación de agua. Además, se encuentra
surcada por el arroyo Pergamino (de oeste a este) y un afluente, el
arroyo Chu Chu (de norte a sur). El proceso de expansión urbana avanzó
sobre los valles de inundación de estos cursos de agua, ocupando una
superficie que es receptora de los excesos hídricos.(1)
Los pergaminenses sufrimos una nueva
inundación, la más grande en los últimos veinte años desde la que
padecimos en el año 1995. Con cientos de evacuados y miles de
damnificados, estas fiestas se volvieron una catástrofe.(2)
Esta situación se replicó en diversas localidades de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, mientras que también se sucedieron incendios forestales en grandes regiones de La Pampa, noreste de Río Negro y sur de Buenos Aires. El rabino y ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Sergio Bergman, en medio de esta situación declaraba «que parece una especie de profecía apocalíptica, los argentinos y el mundo empezamos a ver que acá tenemos incendios, en Santa Fe tenemos inundaciones, y esto se llama adaptación, que es cómo nos vamos a organizar para minimizar riesgos ante lo que le hicimos al planeta y que nos devuelve multiplicado con estas catástrofes».
El Estado, además de hablarnos de profecías, adaptación y de culparnos a todos por lo «que le hicimos al plantea», apareció como mejor sabe hacer, reprimiendo y protegiendo los principales comercios de posibles saqueos. La ausencia de ayuda fue evidente una vez más, sobre todo en los barrios con mayores necesidades, donde las inundaciones son más frecuentes. Lugares donde no se suele vivir por elección, sino porque no queda otra.
Si bien se realizaron algunas obras públicas desde el 95, nunca se culminó lo proyectado. A esta insuficiencia de obras se le suman infinidad de canales clandestinos que drenan el agua de tierras inundables para poder cultivar, así como la cada vez más creciente sojización disminuye brutalmente la capacidad de absorción de la tierra. Mientras el monte nativo absorbe 300 milímetros de agua por hora, una pastura convencional (donde hay ganado) 100 milímetros, un campo con soja absorbe apenas 30 milímetros por hora.
A su vez, empresarios y políticos locales han realizado obras de drenaje en terrenos situados en áreas antes inundables para desarrollar sus negocios inmobiliarios, sacando el agua fuera y agravando aún más la situación. Ese mismo afán de lucro hizo que los patrones de la ciudad no tuvieran ninguna consideración por la situación de los damnificados, sus amigos, familiares y vecinos, obligándolos a trabajar normalmente en muchos casos.
Lo sucedido en Pergamino es extendible al resto de inundaciones sucedidas en el centro del país: sojización y urbanización. Es cierto que se registraron las mayores lluvias de los últimos años, pero ese elemento aislado no genera estos desastres, que no son climáticos, sino capitalistas, agravados por la represión de las personas damnificadas que salen a protestar. Luego del castigo de someternos a vivir en estas condiciones viene el castigo ejemplar de la ley y el orden.
Podemos tener infinitas discusiones sobre lo evitable de esta situación, sobre las obras realizadas y por realizar, sobre las diferencias entre aquella inundación del 95, la del 2013 o la actual, sobre el grado de responsabilidad del agro en todo esto. También podemos meternos en política y hacer algo desde el municipio o desde algún partido o sindicato.
Nosotros preferimos poner en evidencia que el principal problema que tenemos es que el dinero está siempre por sobre nuestras vidas, y que el Estado, partidos y sindicatos siempre terminan protegiendo a quienes tienen ese dinero.
Por eso nos quedamos con la solidaridad de tantos vecinos que a pesar de la falta de recursos y la negligencia total de las autoridades tratan de sacar la situación adelante. Por eso seguimos confiando en lo que podemos hacer las personas al margen del Estado, que se preocupa más por los comercios y la circulación en las rutas que por los damnificados. Por eso decimos una vez más: ¡Que se vayan todos!
Notas:
(1) Extraído del sitio web: www.noqueremosinundarnos.blogspot.com.
(2) Una versión anterior de este artículo fue
redactada y difundida a fines de diciembre del año pasado en la página
de Facebook (de la biblioteca) Alberto Ghiraldo.
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