Otra vez votaciones. Nada nuevo bajo el sol, los nuevos y entusiastas votantes se van preparando para ser lo que quizás ya sean sus padres o abuelos: esos ciudadanos que dicen «yo no lo voté» u «otra vez me cagaron, yo no confío más en nadie», aunque se olviden y vuelvan a votar para ser nuevamente “traicionados” en las próximas elecciones.
Ya está clarísimo cuáles son las concordancias entre los dos candidatos disponibles en el balotaje del 22 de noviembre. Scioli y Macri, candidatos a presidir el poder ejecutivo durante los siguientes cuatro años, cuentan con el aval del Council of Americas (1), son aliados del conservadurismo católico, tienen un enfoque represivo ante el conflicto social y demás características propias de quienes aspiran a gobernar a una población. No hace falta ser intelectual, abnegado militante o insufrible comentador de Facebook para darse cuenta. Si se busca en este texto una crónica ácida de las elecciones, una exhortación sentimental acerca de lo bien que nos fue con el “modelo” o un frío oportunismo para darte razones, convencerte o recomendarte que votes en blanco, podes seguir de largo, la razón de estas líneas es otra.
Porque hay elecciones no podemos olvidarnos que el Capital y todos sus Estados nos explotan y oprimen día a día ¡si las elecciones son justamente parte importantísima de toda esa explotación y opresión!
Desde una perspectiva de lucha que oriente sus fuerzas a acabar con los problemas de raíz, resulta muy preocupante cómo en cada una de las últimas elecciones aumenta la participación de explotados en escoger a sus verdugos. De la apatía y el “voto bronca” en 2001, hoy nos encontramos en una circunstancia en la que cada ciudadano siente una profunda responsabilidad ante la urna. Votar no sería ya una obligación impuesta por el Estado sino un profundo deber cívico y ético, una responsabilidad individual que cambiaría drásticamente el rumbo de nuestras vidas. Así, en estas elecciones, muchos van a votar “con la nariz tapada” lo que suponen es el mal menor. Entre ellos, muchos se horrorizan de quienes no votan y los incitan a hacer “algo importante” cuando su propuesta es meter un papel en una urna.
Ayer a quienes se oponían a todo este entramado de muerte –incluyendo las elecciones– se los reprimía ferozmente. Hoy la represión física no está en desuso, pero se la acompaña de métodos más sutiles. No se busca simplemente apalearnos, sino producirnos como “sujetos políticos”, dándonos una identidad política para fragmentarnos como clase explotada. Así habría buenos ciudadanos que votan y, por otro lado, “extremistas”, “funcionales a la derecha”, etc.
A los votantes de Scioli, dentro de su propio discurso, no tenemos argumentos para darles. Porque rechazamos de cuajo la idea de que las soluciones vengan del Estado, no comulgamos ante ninguna vieja novedad, ninguna promesa, ningún progresismo, ninguna “nueva” izquierda, ningún «desde el Estado se puede» que se nos ha impuesto a los explotados de todo el mundo a sangre y fuego durante décadas.
Es necesario comprender que los proletarios no quedamos a merced del Capital y el Estado porque los gobernantes sean cada vez más de derecha, sino que éstos son de derecha porque previamente fuimos quedando a su merced. A su vez, cuando candidatos de izquierda tienen posibilidades de ganar las elecciones no significa que estamos avanzando. A muchos “expertos de la revolución” les encanta decir que las disputas electorales son un reflejo de la conciencia del proletariado. En realidad, son siempre un ataque contra el proletariado, y si algo ha reflejado el avance de la izquierda en la historia es la necesidad de poner un freno a las luchas de nuestra clase. La oposición entre lo “regresivo” y lo “progresivo” juega un papel fundamental en nuestro sometimiento.
Uno de los dos va a ganar, es inevitable, pero eso es posible porque antes ya ganó la burguesía. Ganó con su ideología, ganó cuando destruye el mundo con su modo de producción. Ganó antes de contar el primer voto, con sus separaciones, con sus falsas críticas.
La precarización que vivimos acaba precarizando nuestras rebeliones, nuestros deseos. Lleva a tantos y tantas a soñar con un empleo estable y un salario correcto. Esos sueños caben en las urnas porque son promesas que algún gobierno puede llegar a cumplir para algunas personas, son las salidas individuales, el sálvese quien pueda propio del capitalismo, y no del menemismo o de la década del 90 que son simplemente momentos en la historia del Capital.
En ese mismo camino van todas las “conquistas” que supo conseguir esta década kirchnerista. Nos quieren hacer tragar que una mejor vida es posible gracias a más leyes y más cuotas. Nos quieren hacer tragar que una mejor vida es posible gracias al amparo de la ley y al consumismo. Que en la Argentina se dio una reconstrucción de lazos sociales destruidos durante la dictadura cívico–militar y el menemismo. La confianza en el Estado, la fe en la democracia y el anhelo de acceder a más mercancías no es la reconstrucción de una sociabilidad más humana, sino todo lo contrario.
En esa misma lógica nos dicen que Videla es peor que Menem, que es peor que Macri que es peor que Scioli. Cada mal mayor es menor en comparación con otro, y así hasta el infinito… Pero no se trata de males menores y mayores que se desconocen uno al otro, no se trata de momentos extraordinarios, progresivos o regresivos, sino de la misma sinfonía capitalista con sus necesarias e inevitables variaciones.
En este balotaje uno de los dos candidatos va a ganar, y lo que hemos planteado hasta aquí no tiene solución ni en esta ni en las próximas votaciones, porque no tiene solución en el voto. Tampoco hay solución a corto plazo, no tenemos promesas que hacer porque no somos políticos de ningún tipo. Tampoco ocultaremos la dificultad que obviamente supone una revolución total de las condiciones existentes, ni mucho menos la presentaremos como la necesidad de un “cambio” de esos que nada cambian, tan a la moda hoy. La necesidad de revolución es tan vieja como la explotación y la opresión, y sólo puede ser obra de los mismos explotados, no de una vanguardia ni de un grupo mesiánicamente autoproclamado. Si de dar un pequeño paso se trata, este sería quizás empezar a dejar de confiar en quienes pretenden representarnos, y asumir que éstos no hacen más que cumplir roles en la dominación capitalista. Para acabar con todo esto hay que comenzar a buscar y enfocarse en la raíz de los problemas: el Capital y su Estado. Y ninguna coyuntura debe hacernos olvidar que jamás habrá coincidencia entre los intereses de los explotados y los explotadores.
Notas:
(1) El Consejo de las Américas está conformado por las principales empresas internacionales de la banca y las finanzas, servicios de consultoría, productos de consumo, energía y minería, manufactura, medios de comunicación, tecnología y transporte. Con monstruos de la talla de: Barrick Gold Corporation, BlackBerry, Cargill, Coca–Cola, Exxon, Ford, General Electric Company, Goldman Sachs, Google, Hewlett Packard, IBM, Johnson & Johnson, Kraft Foods, Mc Donald, Microsoft, Monsanto, Pepsico o Visa, entre tantas otras.
Ya está clarísimo cuáles son las concordancias entre los dos candidatos disponibles en el balotaje del 22 de noviembre. Scioli y Macri, candidatos a presidir el poder ejecutivo durante los siguientes cuatro años, cuentan con el aval del Council of Americas (1), son aliados del conservadurismo católico, tienen un enfoque represivo ante el conflicto social y demás características propias de quienes aspiran a gobernar a una población. No hace falta ser intelectual, abnegado militante o insufrible comentador de Facebook para darse cuenta. Si se busca en este texto una crónica ácida de las elecciones, una exhortación sentimental acerca de lo bien que nos fue con el “modelo” o un frío oportunismo para darte razones, convencerte o recomendarte que votes en blanco, podes seguir de largo, la razón de estas líneas es otra.
Porque hay elecciones no podemos olvidarnos que el Capital y todos sus Estados nos explotan y oprimen día a día ¡si las elecciones son justamente parte importantísima de toda esa explotación y opresión!
Desde una perspectiva de lucha que oriente sus fuerzas a acabar con los problemas de raíz, resulta muy preocupante cómo en cada una de las últimas elecciones aumenta la participación de explotados en escoger a sus verdugos. De la apatía y el “voto bronca” en 2001, hoy nos encontramos en una circunstancia en la que cada ciudadano siente una profunda responsabilidad ante la urna. Votar no sería ya una obligación impuesta por el Estado sino un profundo deber cívico y ético, una responsabilidad individual que cambiaría drásticamente el rumbo de nuestras vidas. Así, en estas elecciones, muchos van a votar “con la nariz tapada” lo que suponen es el mal menor. Entre ellos, muchos se horrorizan de quienes no votan y los incitan a hacer “algo importante” cuando su propuesta es meter un papel en una urna.
Ayer a quienes se oponían a todo este entramado de muerte –incluyendo las elecciones– se los reprimía ferozmente. Hoy la represión física no está en desuso, pero se la acompaña de métodos más sutiles. No se busca simplemente apalearnos, sino producirnos como “sujetos políticos”, dándonos una identidad política para fragmentarnos como clase explotada. Así habría buenos ciudadanos que votan y, por otro lado, “extremistas”, “funcionales a la derecha”, etc.
A los votantes de Scioli, dentro de su propio discurso, no tenemos argumentos para darles. Porque rechazamos de cuajo la idea de que las soluciones vengan del Estado, no comulgamos ante ninguna vieja novedad, ninguna promesa, ningún progresismo, ninguna “nueva” izquierda, ningún «desde el Estado se puede» que se nos ha impuesto a los explotados de todo el mundo a sangre y fuego durante décadas.
Es necesario comprender que los proletarios no quedamos a merced del Capital y el Estado porque los gobernantes sean cada vez más de derecha, sino que éstos son de derecha porque previamente fuimos quedando a su merced. A su vez, cuando candidatos de izquierda tienen posibilidades de ganar las elecciones no significa que estamos avanzando. A muchos “expertos de la revolución” les encanta decir que las disputas electorales son un reflejo de la conciencia del proletariado. En realidad, son siempre un ataque contra el proletariado, y si algo ha reflejado el avance de la izquierda en la historia es la necesidad de poner un freno a las luchas de nuestra clase. La oposición entre lo “regresivo” y lo “progresivo” juega un papel fundamental en nuestro sometimiento.
Uno de los dos va a ganar, es inevitable, pero eso es posible porque antes ya ganó la burguesía. Ganó con su ideología, ganó cuando destruye el mundo con su modo de producción. Ganó antes de contar el primer voto, con sus separaciones, con sus falsas críticas.
La precarización que vivimos acaba precarizando nuestras rebeliones, nuestros deseos. Lleva a tantos y tantas a soñar con un empleo estable y un salario correcto. Esos sueños caben en las urnas porque son promesas que algún gobierno puede llegar a cumplir para algunas personas, son las salidas individuales, el sálvese quien pueda propio del capitalismo, y no del menemismo o de la década del 90 que son simplemente momentos en la historia del Capital.
En ese mismo camino van todas las “conquistas” que supo conseguir esta década kirchnerista. Nos quieren hacer tragar que una mejor vida es posible gracias a más leyes y más cuotas. Nos quieren hacer tragar que una mejor vida es posible gracias al amparo de la ley y al consumismo. Que en la Argentina se dio una reconstrucción de lazos sociales destruidos durante la dictadura cívico–militar y el menemismo. La confianza en el Estado, la fe en la democracia y el anhelo de acceder a más mercancías no es la reconstrucción de una sociabilidad más humana, sino todo lo contrario.
En esa misma lógica nos dicen que Videla es peor que Menem, que es peor que Macri que es peor que Scioli. Cada mal mayor es menor en comparación con otro, y así hasta el infinito… Pero no se trata de males menores y mayores que se desconocen uno al otro, no se trata de momentos extraordinarios, progresivos o regresivos, sino de la misma sinfonía capitalista con sus necesarias e inevitables variaciones.
En este balotaje uno de los dos candidatos va a ganar, y lo que hemos planteado hasta aquí no tiene solución ni en esta ni en las próximas votaciones, porque no tiene solución en el voto. Tampoco hay solución a corto plazo, no tenemos promesas que hacer porque no somos políticos de ningún tipo. Tampoco ocultaremos la dificultad que obviamente supone una revolución total de las condiciones existentes, ni mucho menos la presentaremos como la necesidad de un “cambio” de esos que nada cambian, tan a la moda hoy. La necesidad de revolución es tan vieja como la explotación y la opresión, y sólo puede ser obra de los mismos explotados, no de una vanguardia ni de un grupo mesiánicamente autoproclamado. Si de dar un pequeño paso se trata, este sería quizás empezar a dejar de confiar en quienes pretenden representarnos, y asumir que éstos no hacen más que cumplir roles en la dominación capitalista. Para acabar con todo esto hay que comenzar a buscar y enfocarse en la raíz de los problemas: el Capital y su Estado. Y ninguna coyuntura debe hacernos olvidar que jamás habrá coincidencia entre los intereses de los explotados y los explotadores.
Notas:
(1) El Consejo de las Américas está conformado por las principales empresas internacionales de la banca y las finanzas, servicios de consultoría, productos de consumo, energía y minería, manufactura, medios de comunicación, tecnología y transporte. Con monstruos de la talla de: Barrick Gold Corporation, BlackBerry, Cargill, Coca–Cola, Exxon, Ford, General Electric Company, Goldman Sachs, Google, Hewlett Packard, IBM, Johnson & Johnson, Kraft Foods, Mc Donald, Microsoft, Monsanto, Pepsico o Visa, entre tantas otras.
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