Pronto vamos a publicar con Lazo Ediciones una compilación de artículos de Gilles Dauvé, que tiene como como disparador al polémico texto Fascismo/Antifascismo escrito algunas décadas atrás. En el libro presentamos algunos de los debates que suscitó, así como la posterior reelaboración del autor titulada Cuando mueren las insurrecciones, como texto central. Sumamos a la compilación un artículo escrito desde Cuadernos de Negación, abordando algunas de las implicancias actuales de la cuestión, del que compartimos un extracto:
«Asistimos a una sobreactuación del “riesgo totalitario” con el solo objetivo de disputar el comando de los Estados democráticos, a ambos lados del centro. No podemos asegurar que la deriva más generalizada hacia formas de Estado totalitarias no sea posible, pero, en todo caso, cabe reafirmar con Dauvé que el antifascismo no ha frenado el fascismo, así como la izquierda más o menos progresista no ha frenado la derecha más o menos reaccionaria. Claro que hay enfrentamiento entre fracciones de la burguesía, pero ¿hasta qué punto es posible inferir en esa dinámica de oposición en defensa de la alternativa menos terrible? ¿Hasta qué punto esa perspectiva nos acerca o nos aleja de una transformación revolucionaria? ¿Los antifascistas de hoy se hacen esta pregunta? ¿Acaso les importa? El capital reclama diferentes gestiones estatales de acuerdo a las necesidades de su reproducción, contrarrevoluciones y guerras incluidas. Es importante tomar dimensión de dónde brota la necesidad de cada transformación en los regímenes políticos antes de abrazarnos a alguno de ellos.
Gilles Dauvé nos señala respecto del fascismo histórico que no se opuso realmente a la democracia, sino que se trató de una excepcionalidad en defensa del capital. Entonces no se trató de “fascismo o democracia”, sino de “fascismo y democracia”. Cuando se analizan los vestigios del fascismo en sus nuevas formas se consideran fundamentalmente dos dimensiones: violencia e ideología. Respecto a la primera, las democracias occidentales contemporáneas –con gobiernos de izquierda a derecha– reprimen y emplean “Estados de excepción” cuando es necesario, sin tornarse a formas de Estado abiertamente totalitarias. La democracia incluye y perfecciona la represión “fascista”, además de la guerra abierta en nombre de su defensa. Por su parte, expresiones de ultraderecha han cumplido sus mandatos democráticamente y con gran moderación, a pesar de sus discursos de batalla ideológica de tono extremista. Hitler y Mussolini llegaron al poder por vías semi-institucionales de la mano de sus partidos-milicia, para luego hacerse del control total del Estado y dar curso a la gran gesta bélica. Nada parecido está ocurriendo. Por lo pronto, la democracia no es alternada por los “nuevos fascismos” ni por Estados de excepción, sino que los ha integrado.»
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