martes, 14 de febrero de 2023

EL NEGOCIO DE MATAR

La sociedad capitalista y su consecuente “guerra de todos contra todos”, crea un terreno propicio para las mafias. Lo que las frena del exterminio mutuo es saber que la convivencia asegura su supervivencia. Han aprendido a negociar y a tolerarse, aún si están legalmente proscritas. En medio nos encontramos el resto de la población, a su merced, encerrados en las fronteras de su explotación, extorsiones e imposiciones.

Aunque el término mafia se refería inicialmente a un tipo de crimen organizado extendido desde su origen en Italia, hoy llamamos mafia a cualquier grupo de crimen organizado con similares características, independientemente de su origen o lugar de acción. Incluso podemos ampliar su uso, notando sus similitudes con instituciones y grupos respetados, que son quienes llaman mafia a los demás criminales.

El Estado es una mafia, y como en toda mafia la protección es tan sólo un pretexto. Su verdadera utilidad consiste en la consolidación de la administración de la vida social en el sentido más favorable para la explotación, se trate de “recursos humanos” o “recursos naturales”. Sus fuerzas de seguridad, esa “banda de hombres armados” al servicio de la burguesía nos cuida de lo que sus jefes sostienen: la organización de la escasez fruto de la propiedad privada y luego “nos cuida” de los mismos problemas que genera. Como en el caso de las extorsiones del crimen organizado no-estatal, nos “protegen” de una inseguridad que ellos mismos generan.

Los capitalistas conforman una mafia no simplemente porque algunos empresarios o algunos capitalistas sean mafiosos, sino porque son estructuras mafiosas, que exceden la supuesta voluntad de funcionarios y explotadores “honestos”… Si es que puede llamarse honestidad a la omisión y el mirar para otro lado en medio de una institución estatal o de explotación.

Empresas legales e ilegales conforman la sociedad capitalista. Son además mutuamente dependientes, bajo el amparo del Estado. Porque no se trata de un Estado ausente sino de un Estado cómplice. Esto no es simplemente el resultado de años de dejar crecer el crimen organizado mirando para otro lado, sino de la participación en la ganancia. Por eso se pueden cambiar figuritas, echar a tal o cual ministro o funcionario y la estructura sigue intacta.

Matar no es un negocio en sí mismo, matar es consecuencia de los negocios, o su presupuesto. La producción capitalista produce y administra la muerte, tanto en su faceta legal como ilegal desprecia la vida en pos de la ganancia.

Los asesinatos del narco se llevan a cabo por dinero, como cuando un empresario legal asesina por desprecio u omisión. No son fenómenos psicoindividuales ni hechos extraordinarios.

No se trata de excepciones o excesos de la sociedad capitalista, sino de la regla. No hay sociedad capitalista sin todas estas mafias. Por todo esto no se trata de una cuestión de principios sino de imposibilidad, no se puede terminar con las mafias y sus supuestos excesos sin terminar con el Estado y el Capital. ¡Si no cambia todo no cambia nada!

 

* Para ampliar recomendamos el libro Plomo y humo. El negocio del Capital que publicamos con Lazo Ediciones a fines del año pasado. Disponible también en su versión libre y gratuita en nuestro sitio web. Al igual que el audio de su presentación en la biblio y el especial nro. 63 de Temperamento Radio.

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