«Le
tomó décadas a los gobiernos europeos y estadounidense intervenir en la
precarización de las viviendas. La burguesía estaba absolutamente
contenta dejando morir a los trabajadores de tuberculosis y raquitismo
(“mal del inquilino” como le decían en Berlín), siempre y cuando lo
hicieran silenciosamente en sus pocilgas, y siguieran teniendo
suficientes hijos como para proveer una creciente mano de obra. Pero la
epidemia masiva de cólera del 1860 no se contuvo aislada en los
vecindarios de la clase obrera. El cólera estaba en el agua y mató a
ricos y pobres. El miedo a la muerte empujó a la burguesía a superar su
miedo a interferir en la propiedad privada. En respuesta a las
epidemias, las primeras grandes leyes sobre vivienda fueron aprobadas en
varios lugares como actas de salud pública.» (Prole.info, El monstruo de la vivienda, Lazo ediciones, 2015)
Irlanda, 1880
Un agente
inmobiliario llamado Charles Boycott, quien gestionaba las tierras de un
noble inglés, intentó desalojar a los campesinos que reclamaban una
reducción del 25% en la renta de dichas tierras, debido a la mala
cosecha que habían tenido durante el año anterior. Para resistir al
desalojo comenzaron una campaña de ostracismo organizado, que comenzó
con el mismo Boycott pero no se detuvo ahí, también se aplicó a quienes
querían alquilar las tierras desalojadas. En pocos días, los
trabajadores de los campos y establos de Boycott comenzaron una huelga.
También lo hizo su personal doméstico. En breve el especulador no pudo
comprar en ningún negocio de la región, ni recibir cartas: el cartero
local se había sumado a la protesta.
La carta bajo
la manga que desplegó Boycott no podía ser sino religiosa y
nacionalista. Contrató a trabajadores protestantes y pro–reino unido de
otras regiones, que tuvieron que ser escoltados desde sus lugares de
origen por mil policías y soldados. Sin embargo, el costo de esta
operación terminó por convertirse en una gran pérdida de dinero. El
remedio fue mucho peor que la enfermedad. Tiempo después, el término boycott comenzó a ser utilizado para acciones similares en todo el mundo.
Argentina, 1907
La
Municipalidad de Buenos Aires aprobaba un incremento de los impuestos
para el año siguiente. Inmediatamente los propietarios de conventillos,
inquilinatos y pensiones trasladaron este aumento al costo de los
alquileres. Durante esa primavera, las 132 piezas del conventillo Los cuatro diques
conformaron un comité de huelga que se negó a pagar en tanto no se
realizara una rebaja del 30% en los alquileres y se llevaran a cabo
mejoras sanitarias en los edificios. La medida se contagió a otros
barrios. Cada uno constituyó un comité que, a través de asambleas,
elegía delegados que coordinaban con el resto de los lugares en lucha a
través del Comité Central de Lucha contra los Altos Alquileres y los Impuestos.
Para octubre
había más de 700 conventillos en huelga, llegando a las 2000 casas (80%
del total) hacia finales del conflicto. La huelga se extendió a otras
localidades como Lomas de Zamora, Avellaneda, La Plata, Bahía Blanca,
Mar del Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza. El conflicto se había vuelto
nacional y había más de 140.000 inquilinos en huelga.
Para hacer frente a la huelga los propietarios se nuclearon en la Sociedad Corporación de Propietarios y Arrendatarios
de la Capital, reclamando a las autoridades la eliminación de los
impuestos que gravaban sobre los conventillos y la puesta en marcha de
medidas represivas contra los huelguistas.
La represión
solía llegar durante la mañana, mientras los hombres trabajaban. El
protagonismo entonces lo tomaron las mujeres y sus hijos. Sacaban a los
escribanos, abogados, jueces y policías a escobazos, por lo que la lucha
de 1907 pasó a ser conocida como La Huelga de las Escobas.
En medio del conflicto unos 300 niños y niñas marcharon por el Barrio
de La Boca con escobas para «barrer a los caseros y las injusticias de
este mundo» y al pasar por cada conventillo un nuevo contingente se unía
al reclamo. En las puertas de las viviendas se acumulaban palos,
piedras y todo tipo de objetos intimidatorios. Las crónicas relatan que
las mujeres preparaban enormes calderas de agua hirviendo para desollar a
quienes quisieran echarlos.
Pero a medida
que se radicalizaba la protesta la represión fue incrementando. El 22
de octubre el coronel Ramón Falcón —quien en 1909 ordenaría ametrallar
contra una manifestación del 1° de mayo porque «llevaban la bandera roja
en lugar de la celeste y blanca»— reprimió a los huelguistas del
conventillo Las catorce provincias,
en el Barrio de San Telmo, causando la muerte del obrero anarquista de
18 años Miguel Pepe. Su funeral se tornó una manifestación de 15.000
personas.
Rosario fue
otra de las ciudades donde las acciones se radicalizaron. Octubre
contaba 300 conventillos en lucha. Desde el comienzo del conflicto, la Liga Pro Rebaja de Alquileres nucleó a los delegados de diferentes conventillos, y, obviamente, contó con la solidaridad del diario anarquista La Protesta, pero también de otros medios como El Municipio y El Tiempo.
En noviembre
todavía existían algunas casas en conflicto, pero hacia mediados de
diciembre el movimiento se fue agotando tras conseguir algunas de las
demandas que no fueron del todo respetadas por los propietarios. En
muchos patios de Buenos Aires la obtención de rebajas y el mejoramiento
mínimo de algunas condiciones de vida se celebró con fiestas y bailes.
En otros, en cambio, los desalojos dejaron a decenas de familias en la
calle. El Sindicato de Conductores de Carros se solidarizó poniéndose a
disposición para los traslados hasta los campamentos improvisados por
los proletarios en lucha.
La huelga de
inquilinos fue un original movimiento, pionero en este tipo de acciones
en ámbito urbano, y cuyo éxito parcial inspiró en las décadas siguientes
a proletarios de muchísimas regiones a asumir la acción directa en
torno a la problemática de la vivienda.
Escocia, 1915
Durante la
Primera Guerra Mundial los propietarios de edificios en Glasgow
procuraron aprovechar el influjo de constructores navales que llegaban a
la ciudad y la falta de hombres locales para aumentar los alquileres.
Las mujeres eran vistas como un blanco fácil y se enfrentaban con un
aumento del alquiler de hasta el 25%. Sin embargo, en el distrito de
Govan, el aumento provocó un contragolpe a los propietarios.
Allí el
alquiler fue abonado sin aumento y, ante la nula reacción de los
propietarios, las mujeres proletarias corrieron la voz hacia otros
barrios. Mientras los intentos de desalojo se resistían, la burguesía
llevaba a las cortes a dieciocho trabajadores de los arsenales. El día
del juicio, 10.000 manifestantes amenazaron con una huelga general si no
se levantaban los cargos. Un gobierno debilitado y en situación de
guerra no podía aguantar una resistencia de tal magnitud.
El Acta de restricción a las rentas aprobada disminuiría los alquileres de los proletarios hasta su nivel de preguerra.
Panamá, 1925
La Ley 29 del
11 de febrero de 1925, destinada a reformar el Código Fiscal, aumentó
notoriamente el gravamen sobre las propiedades urbanas. Rápidamente, los
propietarios descargaron este aumento sobre los arrendatarios. Los
pobres, que vivían mayormente en las denominadas casas de inquilinato (similares a los conventillos), sufrieron el aumento, que llegó hasta el 50%, en esas hacinadas y calurosas viviendas.
En junio se formó la Liga de Inquilinos,
que al no obtener ninguna respuesta por parte del Estado y los
terratenientes, desencadenó en octubre la huelga de pago, que duraría
hasta el fatídico día 10, en el que la policía atacó un mitín de
huelguistas dando la muerte a cuatro trabajadores. Sin embargo, el
conflicto no menguó. Para superar la crisis, el Estado panameño tuvo que
solicitar ayuda del ejército de Estado Unidos. En 1925, y debido a la
presión de la huelga, los alquileres disminuyeron un 10%, para volver a
ser aumentados, hasta que en 1932 estalló un nuevo movimiento
huelguístico.
EE.UU., década del 30
En plena
depresión, marchas y disturbios se volvieron insuficientes para la lucha
de los proletarios norteamericanos. Necesitaban algo que les hiciera
paliar su terrible situación. La huelga de alquileres ya no era una
opción, no pagar era lisa y llanamente la única posibilidad de no morir
de hambre.
Los desalojos
no tardaron en llegar, la resistencia tampoco. Comenzando por Nueva
York, se extendió prontamente a otras grandes ciudades. Las tácticas de
resistencia violenta hicieron que, sólo en Nueva York, más de 70.000
familias recuperaran sus casas. Las poblaciones organizaron además
cuadrillas de solidaridad que reconectaban la energía eléctrica y el
gas, luego de que policías y carneros los desconectaran.
Además de
todo lo conseguido con la acción directa, los proletarios forzaron al
Estado a que otorgara subsidios especiales para el pago de la renta.
Posteriormente a 1943, luego de la entrada de EEUU en la Segunda Guerra
Mundial, movimientos masivos de huelgas en fábricas lograron con éxito
aumentar notoriamente el poder de compra de los asalariados,
disminuyendo entre otras cosas el precio relativo de los alquileres.
Italia, 1969
Cientos de
miles de proletarios italianos participaron de las llamadas
autoreducciones: reducir voluntariamente sus pagos de alquiler,
servicios y compras de alimentos y productos.
En julio de
1969, el municipio de Nichelino (suburbio “rojo” de Turín) fue ocupado:
ninguno de sus habitantes pagó el alquiler. En 1974, 600 familias de
obreros de Fiat Mirafiori tomaron los edificios vacíos. En 1976 en
Milán, 5.000 familias ocuparon, 20.000 autorredujeron su alquiler y
12.000 su factura de luz.
En Roma,
70.000 proletarios hacinados en guetos y en condiciones catastróficas
tenían frente a sí 40.000 departamentos vacíos que no encontraban
compradores o locatarios a causa de su alto costo. A partir del 15 de
enero de 1974 comenzaría la fase ascendente de un movimiento
generalizado: en tres meses, más de 4.000 departamentos fueron
sucesivamente ocupados.
Tras casi un año de ocupación, por parte de 147 familias, de inmuebles pertenecientes al Istituto Autonomo delle Case Popolari (organismo
de vivienda social), la policía intervino de manera ultraviolenta,
expulsando a algunas familias. Pero durante los siguientes días,
proletarios de todos los barrios confluyeron para enfrentarse con la
policía. Un manifestante perdía la vida.
Más tarde la
policía, al apuntar nuevamente sus armas de fuego, tuvo la sorpresa de
constatar que el plomo no provenía ya únicamente de su lado. Ocho
policías fueron tocados severamente. La marea había cambiado.
Argentina, 2016
Hasta 70% de
aumento en alquileres. Facturas de luz con un recargo de entre el 50 y
el 250%. Quita de subsidios en el gas, agua y posiblemente en el
transporte público. Todo lo cual se suma a una ola de ajustes y despidos
que marcan las políticas de la región en épocas en que la crisis se
agrava en todo el mundo.
La burguesía
ya hizo lo suyo, sólo resta ver si nosotros responderemos a nuestras
necesidades, si estaremos a la altura de nuestra gloriosa historia
insumisa o si continuaremos bajando la cabeza.
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