lunes, 16 de marzo de 2015

MEMORIA: PEPITA GHERRA... LA VOZ DE LA MUJER

«…Odiamos la autoridad porque aspiramos a ser personas humanas y no máquinas automáticas o dirigidas por la voluntad de ‘un otro’, se llame autoridad, religión, o con cualquier otro nombre…» De esta forma Pepita Gherra encabezaba un artículo publicado el 27 de marzo de 1896 en el periódico comunista–anárquico La voz de la mujer. Con el seudónimo de Pepita se encarnan irreverentes y disruptivas las mujeres anarquistas, aquellas que a finales del siglo XIX jaquearon el poder del “confesionario y las sotanas”, se rebelaron contra el “destino cuasi ineludible del matrimonio” proponiendo el amor libre y denunciaron la opresión no sólo en las fábricas, sino también al interior del espacio doméstico, subvirtiendo lo íntimo y exigiendo libertad para sus cuerpos.

Después de ciento diecinueve años, Pepita Gherra nos sigue hablando: «Queremos hacerles comprender a nuestras compañeras que no somos tan débiles e inútiles cual creen o nos quieren hacer creer los que comercian con nuestros trabajos y nuestros cuerpos…» La debilidad y la inutilidad como supuesto inherente al ser femenino se ve reafirmado una y otra vez en el contexto de un capitalismo globalizado que tiende redes multinacionales en la trata de personas. Con Estados cómplices, uno de los mayores negocios del siglo XXI es el tráfico de humanidades. El Mercado reafirma estos estereotipos festejando el día de la mujer ofreciendo cual elixir cremas o zapatos… ¿acaso hay algo por festejar? Vivimos en un país en donde cada treinta horas una mujer es asesinada víctima de la violencia de género. El Estado sigue controlando úteros y cuerpos.

Y vuelve Pepita a decirnos: «ni Dios, ni ley…queremos libertarnos, rompiendo, deshaciendo y destrozando, no sólo nuestras cadenas, sino también al verdugo que nos las ciñó». Da estupor ver tanta imagen del nuevo Papa argentino, es la más rancia espiritualidad del poder conservador–opresor que históricamente supuso la Iglesia, haciendo resurgir el fervor mítico que inmoviliza las acciones a expensas de la “voluntad de Dios”. Y henos aquí diciendo otra vez junto a Pepita «ya no queremos  iglesias», queremos «derrumbar el mundo de la explotación».

Las redactoras de La voz de la mujer se sentían «hastiadas de tanta injusticia». Inmigrantes o nativas, fueron trabajadoras que tomaron la pluma como látigo para una sociedad que se les presentaba hipócrita y hostil.

Sólo han sido hallados nueve números del periódico en el Instituto de Historia Social de Amsterdam, que la Universidad Nacional de Quilmes compiló en un libro del mismo nombre hace algo más de una década. De esta forma nos llegan desde una noche larga de silencio; «Aparece cuando puede…» y sus voces volvieron a aparecer  para decirnos, para volvernos a contar, para ayudarnos a pensar en clave libertaria.

Nosotras a vosotras, así se llama el artículo escrito por Pepita Gherra hace más de un siglo. Tomamos el legado,  somos eco de sus voces, somos como lo fueron sus suscriptores: «Un pintor sin pintura», «Un amante de la libertad de la mujer», «La compañera del tigre de debajo de los sauces», «Una prostituta», «Un explotado», «Un grupo de miserables», «Hacha y veneno», «Una que no precisa ni curas ni jueces para casarse cuando lo tenga por conveniente»… Salud.

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