Siempre nos empeñamos en remarcar que no se trata de una “manzana podrida que pudre el cajón”, que no se trata de un policía particularmente asesino, sino de toda una institución. Lo dijimos cuando en Argentina apareció el cuerpo de Luciano que se negó a robar para la mafia policial, o cuando desaparecieron a Franco en la Comisaría Séptima de la ciudad de Rosario.
En Francia, el 26 de octubre de 2014 el brazo armado del Estado asesinó a Rémi Fraisse. El joven de 21 años murió tras la explosión de una granada aturdidora arrojada por la policía francesa en los enfrentamientos que se desencadenaron después de la manifestación contra la construcción de una represa de agua a lo largo del bosque de Sivens, en el humedal de Testet, en el departamento de Tarn (sur de Francia). Alrededor de 7.000 personas se reunieron en la denominada ZAD (zona a defender) de Testet, después de meses de ataques policiales y de la destrucción del humedal y los refugios de quienes lo defienden. Hacia finales de la tarde y durante la noche decenas de personas atacaron a las fuerzas de orden que protegían las obras de la represa, mostrando su rabia e intentando retrasar la reanudación de las obras. Luego de este asqueroso asesinato, las consignas de las protestas en las calles francesas eran claras y contundentes, en dos banderas que iban juntas podía leerse: «La policía mata», «Llamado a la revuelta».
En un comunicado titulado Matar por el desarrollo se expresa: «Pasadas menos de 48 horas, la prensa y la élite política del país divulgaron los resultados de un informe de expertos, conocido desde hacía días, dando un varapalo (N. de la O. N.: palazo, conclusión) al proyecto de pantano en el riachuelo del Testet: demasiado grande, demasiado destrozo ambiental y, en el fondo, de una utilidad discutible. En resumen, que no debían haber comenzado las obras. Lástima por las numerosas personas heridas en septiembre, particularmente por pelotas de goma, cuando intentaban formar una barrera con sus cuerpos para impedir la destrucción del bosque. Y sobre todo, lástima por Rémi F. Todos tenían razón al protestar, pero la tuvieron demasiado pronto, puesto que para los señores Carcenac (presidente del Consejo General del Tarn, socio del proyecto) y Gentilhomme (el prefecto) resultaba inconcebible la suspensión de las obras durante la espera de dicho informe. Vivimos en un mundo donde a menudo tener razón no sirve de nada.» Ese mismo Carcenac, a propósito de Rémi, dijo que «morir por una idea tiene su valor, pero no deja de ser algo relativamente tonto y estúpido». ¡Lo que no es tonto para estos señores es matar por la ganancia, por la defensa de la propiedad privada!
Para contextualizar lo que vamos a publicar a continuación queremos contar quién es Wissam El–Yamni, camionero de 30 años, vecino de la barriada La Gauthière de Clermont–Ferrand, en el centro de Francia. La noche del 1° de enero de 2012, Wissam fue detenido y golpeado por la policía mientras festejaba el año nuevo con sus amigos, cayó en coma y murió en el hospital nueve días después.
Lo que sigue es una CARTA ABIERTA A LA MADRE DE RÉMI FRAISSE escrita por Farid El–Yamni, hermano de Wissam. Está dirigida a la madre de Rémi y fechada el 3 de noviembre de 2014 fue enviada a los padres de Rémi, pero con la intención de que sea pública. La hemos extraído del sitio web Contra Info, donde ha sido traducida. La publicamos completa porque nos parece que expresa una verdad universal, sin fronteras, fuera de cualquier dogma ideológico. Escrita con pasión, dolor y mucha fuerza (las negritas son nuestras):
«Le escribo esta carta en un tiempo que en París se condena a las manifestaciones violentas y se alaba a las sentadas pacíficas. Perdí a mi hermano en condiciones bastante similares a las que usted ha perdido a su hijo. Mi hermano, que cuidó mucho de mi madre, nos dejó y no volverá. La pérdida de mi hermano me causó un inmenso dolor que siento cada vez que el Estado asesina otra vez. “Allí, donde crece el peligro, también crece lo que salva”, dijo alguien. Cada vez que el Estado asesina también es una oportunidad para pararlo, forzarle a cambiar, y devolver la dignidad perdida a todos los demás. La muerte de Rémi está ligada a mucho más que a la historia de una vida; está ligada a la vida de todos nosotros, individual y colectivamente. La criminalización que ocurrió es terrible; fue lo mismo para nosotros. Me di cuenta más tarde de que fue deliberada. Sólo quería una cosa: que la Justicia llegase a la verdad y devolviese la dignidad que mi hermano merecía, en calma, y que esa historia beneficiase a todos, a nosotros los gobernados con objeto de querernos mejor, igual que a la policía para reconciliarlos con la nación.
Pensaba que la policía no podría aceptar asesinatos entre sus filas, no la conocía lo suficiente entonces. Estaba equivocado. Los barrios han ardido; llamamos a la calma: cada coche o contenedor quemado era percibido como un insulto, como una espina en pleno corazón, una espina que empujaban cada vez más adentro.
Luego pasó el tiempo, nos prometieron la verdad, pero no nos dieron nada excepto mentiras, nada excepto falsas promesas, como a muchos otros antes de nosotros. La gente nos lo avisó, pero no les creímos. François Hollande, él mismo tomó a mi madre en sus brazos y le prometió que nos ayudaría a arrojar luz a la muerte de su hijo.
Sin justicia ni verdad, vivimos el tiempo que pasaba como una sentencia de prisión. Estábamos aún en prisión, asfixiando y pidiendo ayuda a la Justicia. Y entonces nos dimos cuenta que nuestro caso no estaba aislado; otras tantas familias experimentaron, y todavía experimentan lo mismo. ¡Hay tantas humillaciones y mutilaciones cometidas conscientemente por la policía y encubiertas por la Justicia, tantas!
También descubrimos cómo piensa la policía, es algo escalofriante. Aquí va un ejemplo: el pasado miércoles, tras la manifestación de París, uno de los oficiales de policía me dijo “1–0” delante de sus colegas de la comisaría de policía, que se reían cuando nos vieron llevando la camiseta “Urgencia: Nuestra Policía Asesina”.
En Francia, el 26 de octubre de 2014 el brazo armado del Estado asesinó a Rémi Fraisse. El joven de 21 años murió tras la explosión de una granada aturdidora arrojada por la policía francesa en los enfrentamientos que se desencadenaron después de la manifestación contra la construcción de una represa de agua a lo largo del bosque de Sivens, en el humedal de Testet, en el departamento de Tarn (sur de Francia). Alrededor de 7.000 personas se reunieron en la denominada ZAD (zona a defender) de Testet, después de meses de ataques policiales y de la destrucción del humedal y los refugios de quienes lo defienden. Hacia finales de la tarde y durante la noche decenas de personas atacaron a las fuerzas de orden que protegían las obras de la represa, mostrando su rabia e intentando retrasar la reanudación de las obras. Luego de este asqueroso asesinato, las consignas de las protestas en las calles francesas eran claras y contundentes, en dos banderas que iban juntas podía leerse: «La policía mata», «Llamado a la revuelta».
En un comunicado titulado Matar por el desarrollo se expresa: «Pasadas menos de 48 horas, la prensa y la élite política del país divulgaron los resultados de un informe de expertos, conocido desde hacía días, dando un varapalo (N. de la O. N.: palazo, conclusión) al proyecto de pantano en el riachuelo del Testet: demasiado grande, demasiado destrozo ambiental y, en el fondo, de una utilidad discutible. En resumen, que no debían haber comenzado las obras. Lástima por las numerosas personas heridas en septiembre, particularmente por pelotas de goma, cuando intentaban formar una barrera con sus cuerpos para impedir la destrucción del bosque. Y sobre todo, lástima por Rémi F. Todos tenían razón al protestar, pero la tuvieron demasiado pronto, puesto que para los señores Carcenac (presidente del Consejo General del Tarn, socio del proyecto) y Gentilhomme (el prefecto) resultaba inconcebible la suspensión de las obras durante la espera de dicho informe. Vivimos en un mundo donde a menudo tener razón no sirve de nada.» Ese mismo Carcenac, a propósito de Rémi, dijo que «morir por una idea tiene su valor, pero no deja de ser algo relativamente tonto y estúpido». ¡Lo que no es tonto para estos señores es matar por la ganancia, por la defensa de la propiedad privada!
Para contextualizar lo que vamos a publicar a continuación queremos contar quién es Wissam El–Yamni, camionero de 30 años, vecino de la barriada La Gauthière de Clermont–Ferrand, en el centro de Francia. La noche del 1° de enero de 2012, Wissam fue detenido y golpeado por la policía mientras festejaba el año nuevo con sus amigos, cayó en coma y murió en el hospital nueve días después.
Lo que sigue es una CARTA ABIERTA A LA MADRE DE RÉMI FRAISSE escrita por Farid El–Yamni, hermano de Wissam. Está dirigida a la madre de Rémi y fechada el 3 de noviembre de 2014 fue enviada a los padres de Rémi, pero con la intención de que sea pública. La hemos extraído del sitio web Contra Info, donde ha sido traducida. La publicamos completa porque nos parece que expresa una verdad universal, sin fronteras, fuera de cualquier dogma ideológico. Escrita con pasión, dolor y mucha fuerza (las negritas son nuestras):
«Le escribo esta carta en un tiempo que en París se condena a las manifestaciones violentas y se alaba a las sentadas pacíficas. Perdí a mi hermano en condiciones bastante similares a las que usted ha perdido a su hijo. Mi hermano, que cuidó mucho de mi madre, nos dejó y no volverá. La pérdida de mi hermano me causó un inmenso dolor que siento cada vez que el Estado asesina otra vez. “Allí, donde crece el peligro, también crece lo que salva”, dijo alguien. Cada vez que el Estado asesina también es una oportunidad para pararlo, forzarle a cambiar, y devolver la dignidad perdida a todos los demás. La muerte de Rémi está ligada a mucho más que a la historia de una vida; está ligada a la vida de todos nosotros, individual y colectivamente. La criminalización que ocurrió es terrible; fue lo mismo para nosotros. Me di cuenta más tarde de que fue deliberada. Sólo quería una cosa: que la Justicia llegase a la verdad y devolviese la dignidad que mi hermano merecía, en calma, y que esa historia beneficiase a todos, a nosotros los gobernados con objeto de querernos mejor, igual que a la policía para reconciliarlos con la nación.
Pensaba que la policía no podría aceptar asesinatos entre sus filas, no la conocía lo suficiente entonces. Estaba equivocado. Los barrios han ardido; llamamos a la calma: cada coche o contenedor quemado era percibido como un insulto, como una espina en pleno corazón, una espina que empujaban cada vez más adentro.
Luego pasó el tiempo, nos prometieron la verdad, pero no nos dieron nada excepto mentiras, nada excepto falsas promesas, como a muchos otros antes de nosotros. La gente nos lo avisó, pero no les creímos. François Hollande, él mismo tomó a mi madre en sus brazos y le prometió que nos ayudaría a arrojar luz a la muerte de su hijo.
Sin justicia ni verdad, vivimos el tiempo que pasaba como una sentencia de prisión. Estábamos aún en prisión, asfixiando y pidiendo ayuda a la Justicia. Y entonces nos dimos cuenta que nuestro caso no estaba aislado; otras tantas familias experimentaron, y todavía experimentan lo mismo. ¡Hay tantas humillaciones y mutilaciones cometidas conscientemente por la policía y encubiertas por la Justicia, tantas!
También descubrimos cómo piensa la policía, es algo escalofriante. Aquí va un ejemplo: el pasado miércoles, tras la manifestación de París, uno de los oficiales de policía me dijo “1–0” delante de sus colegas de la comisaría de policía, que se reían cuando nos vieron llevando la camiseta “Urgencia: Nuestra Policía Asesina”.
Nadie le dijo nada, nadie… Con ejemplos de este tipo, que tanta gente experimenta a diario en Francia, no pueden más con esta policía, ni pueden ver una salida de todo eso.
Entiendo las llamadas a la calma; nosotros hicimos lo mismo entonces. Usted también tiene que entender que mucha gente ya no crea en este sistema que da impunidad de facto a la policía. Tiene que entender que la no–violencia es concebible sólo si se supone que el oponente es capaz de cuestionarse a sí mismo: ellos son humanamente incapaces de eso, porque consideran que poner en cuestión a la policía significaría poner en cuestión al Estado. Durante 40 años, la policía asesina con impunidad, repetidamente. Durante 40 años, hemos estado presenciando el mismo método de encubrimiento de los asesinatos del Estado, a pesar de los videos, los testigos, las evidencias. Durante 40 años, hay sentadas, manifestaciones, libros, declaraciones oficiales de políticos, declaraciones dirigidas al ministro del interior. Durante 40 años, eso no ha funcionado.
Aquí va como funciona: la agencia de noticias AFP emite la historia de última hora, el fiscal miente, se abre una investigación chapucera y de mala calidad que termina luego de muchos años en una condena ridícula, o incluso una falta de condena. Lo peor es que los que enterrarán el tema serán promocionados y los que asesinaron a nuestros hermanos, nuestros hijos o amigos serán tratados como campeones por sus colegas. Esta es la realidad que usted va a experimentar también.
Manuel Valls, primer ministro francés, dijo que los disturbios son un insulto a la memoria de Rémi, pero que sepa usted que Manuel Valls, mediante su inacción para combatir la impunidad de la policía, es el primer asesino de su hijo. Es un criminal reincidente. Vino a Clermont–Ferrand una semana antes del falso informe de la contra–autopsia, de la que él conocía los resultados, y no habló del caso sino para mejor condenar la violencia de los que se rebelaron contra el asesinato de mi hermano.
Señora, la gente está luchando por Rémi, por su dignidad y sus ideales. Luchan por usted, por todos nosotros, porque la fraternidad sea efectiva. Los que luchan conocen lo suficiente la malicia de nuestros gobernantes para entender que están intentando hacernos creer que vivimos en un Estado basado en la ley, mientras vivimos en un Estado basado en el deber. El Estado no respeta la ley que exige que nosotros respetemos. Juega con nuestros cuerpos, nuestra seguridad, nuestro dinero y nuestra dignidad. Exige que estemos arrodillados, y esto es un imperativo categórico.
Le escribo esta carta a usted, y a todos los que lean mis palabras, para hacer saber que hoy, más que nunca, entiendo cómo la no–violencia en cuestiones de crímenes de Estado tiene sus límites. Porque por su impotencia, la no–violencia a veces es más condenable, más mortal que la violencia misma. Los que nos gobiernan son maliciosos, arribistas, sádicos y reincidentes. Hay que echarlos fuera por todos los medios que sean necesarios.»
Entiendo las llamadas a la calma; nosotros hicimos lo mismo entonces. Usted también tiene que entender que mucha gente ya no crea en este sistema que da impunidad de facto a la policía. Tiene que entender que la no–violencia es concebible sólo si se supone que el oponente es capaz de cuestionarse a sí mismo: ellos son humanamente incapaces de eso, porque consideran que poner en cuestión a la policía significaría poner en cuestión al Estado. Durante 40 años, la policía asesina con impunidad, repetidamente. Durante 40 años, hemos estado presenciando el mismo método de encubrimiento de los asesinatos del Estado, a pesar de los videos, los testigos, las evidencias. Durante 40 años, hay sentadas, manifestaciones, libros, declaraciones oficiales de políticos, declaraciones dirigidas al ministro del interior. Durante 40 años, eso no ha funcionado.
Aquí va como funciona: la agencia de noticias AFP emite la historia de última hora, el fiscal miente, se abre una investigación chapucera y de mala calidad que termina luego de muchos años en una condena ridícula, o incluso una falta de condena. Lo peor es que los que enterrarán el tema serán promocionados y los que asesinaron a nuestros hermanos, nuestros hijos o amigos serán tratados como campeones por sus colegas. Esta es la realidad que usted va a experimentar también.
Manuel Valls, primer ministro francés, dijo que los disturbios son un insulto a la memoria de Rémi, pero que sepa usted que Manuel Valls, mediante su inacción para combatir la impunidad de la policía, es el primer asesino de su hijo. Es un criminal reincidente. Vino a Clermont–Ferrand una semana antes del falso informe de la contra–autopsia, de la que él conocía los resultados, y no habló del caso sino para mejor condenar la violencia de los que se rebelaron contra el asesinato de mi hermano.
Señora, la gente está luchando por Rémi, por su dignidad y sus ideales. Luchan por usted, por todos nosotros, porque la fraternidad sea efectiva. Los que luchan conocen lo suficiente la malicia de nuestros gobernantes para entender que están intentando hacernos creer que vivimos en un Estado basado en la ley, mientras vivimos en un Estado basado en el deber. El Estado no respeta la ley que exige que nosotros respetemos. Juega con nuestros cuerpos, nuestra seguridad, nuestro dinero y nuestra dignidad. Exige que estemos arrodillados, y esto es un imperativo categórico.
Le escribo esta carta a usted, y a todos los que lean mis palabras, para hacer saber que hoy, más que nunca, entiendo cómo la no–violencia en cuestiones de crímenes de Estado tiene sus límites. Porque por su impotencia, la no–violencia a veces es más condenable, más mortal que la violencia misma. Los que nos gobiernan son maliciosos, arribistas, sádicos y reincidentes. Hay que echarlos fuera por todos los medios que sean necesarios.»
Tremenda la carta, muchas gracias por compartirla.
ResponderEliminarSaludos!