Desde el 11 de abril gendarmería controla “los 20 barrios más conflictivos de Rosario” y 4 más de Villa Gobernador Gálvez. Las fuerzas federales no tienen plazo para irse, han venido por tiempo indeterminado. Mientras muchos de los habitantes de esta región aplauden a sus verdugos, desde el Poder nos controlan con drogas y violencia, alternando entre una y la otra o complementándolas. Es indistinto que el gobierno —sea nacional y popular o provincial— se enriquezca con la venta de drogas legales o ilegales, o con toda la mierda que nos venden y que nos mata, rápidamente desde los bunkers o lentamente desde los supermercados. No estamos relativizando todo, igualando la merca, el paco o el faso a los “alimentos” transgénicos, pero queremos dejar bien claro que nos negamos a vivir en una ciudad cuyo infierno son los bunkers y el paraíso son los shoppings con ofertas y cuotas sin intereses.
Hay quienes se acostumbraron al ronroneo escalofriante de los helicópteros por la noche, a esa luz de reflector “que nos cuida” desde el cielo alumbrando calles y patios, a los milicos y canas con su prepotencia estatal deambulando por todas partes. Los que viven directa o indirectamente del negocio de las drogas, que usualmente están drogados, son los mismos son los que en los allanamientos agarran a dos o tres perejiles mientras destrozan y roban las casas de “los barrios conflictivos” aprovechando la ocasión.
Policía, gendarmería, GUM, policía comunitaria, vecinos linchadores o pro–linchamientos… Ya no alcanzan las gorras en Rosario.
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