La Justicia y la ley divina proceden condenando al individuo y no a la sociedad de la que forman parte. Determinados por esta noción se procede a encarcelar o castigar a una persona antes que a cambiar la sociedad que nos condena a ser lo que somos. Así es más fácil, pero no cambia nada y nos convierte en monstruos.
En Zárate un carnicero sufrió un robo y luego salió con su auto a perseguir a los dos ladrones que escapaban en moto. Logró atropellar a uno, que murió tras horas de agonía. En el medio, un grupo de vecinos se encargó de insultar, golpear y —modernidad obliga— filmar toda su violencia para poder compartirla a sus "contactos" de las redes. En TV y portales de noticias recogieron y circularon el video para regocijo del morbo ciudadano. Los decentes, festejando la muerte, se reían sobre atropellar con el auto a otras personas, haciendo chistes sobre la pena que les daba el auto que se había arruinado, afirmando la superioridad de la cosa por sobre la persona.
Dos semanas antes, también en Buenos Aires, un médico mató a quien quiso robarle el auto. Como éste tenía caja automática, no lo pudo arrancar, dándole tiempo al dueño del auto para buscar un arma, disparar y darle muerte. «Ahora te matan por un celular»: de tanto repetirlo se lo creyeron, es la profecía autocumplida.
Lenta y gradualmente nos han sometido a una situación de crisis permanente, a una urgencia siempre presente. Con la misma lógica de las situaciones de guerra, la “cuestión de la inseguridad” es sí o sí prioritaria, y todo lo demás pasa a un segundo plano, incluso la responsabilidad personal y colectiva. Se pierde gradualmente el sentido de por qué hacemos lo que hacemos y por qué no hacemos otras tantas cosas. Todos juzgan y opinan rápidamente, no hay tiempo para pensar. Desde el vecino que aguarda participar en un linchamiento hasta el presidente de la nación. «Quiero decir que más allá de toda la reflexión que tenga que hacer la Justicia en la investigación, si no hay riesgo de fuga, porque es un ciudadano sano, querido, reconocido por la comunidad, él [el carnicero] debería estar con su familia, tranquilo, tratando de reflexionar en todo lo que pasó», dijo Macri.
Desde el gobierno se avala y alienta la mano dura, la llamada justicia por mano propia. Sobrepasados por el delito, solicitan la colaboración de los ciudadanos, dando piedra libre a quien quiera y pueda: retener a un ladrón hasta que llegue un patrullero, lincharlo o hasta asesinarlo. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ladró como vocera del Estado: «nosotros no queremos que las víctimas se transformen en victimarios; no hay que perder de vista que la víctima fue el médico, que es la persona que fue robada y atacada. No nos confundamos».
Un poco de pragmatismo y otro poquito de demagogia para su franja de votantes. Se deben a su público y en este show deben cantar lo que los fans les pidan. Pero como en todo show, hay gustos variados e intérpretes para todos ellos. Incluso hay rivalidades para entretenerse y que no cambie nada. Mientras tanto, «la muerte no acaba, sucede todos los días, tanto en un asalto a mano armada, donde el asaltante valora tan poco su vida que no distingue entre la vida y una cartera, como en un “accidente” laboral donde el patrón prefiere sacar mayores ganancias relegando la seguridad de sus empleados. Sus manifestaciones son muchas: accidentes de tránsito, abortos clandestinos, una explosión por negligencia, sobredosis de drogas, desnutrición, envenenamiento por agrotóxicos, gatillo fácil e innumerables otras. La realidad es que, si bien nos venden todas estas muertes como casos aislados, proceden de lo mismo, del dinero por sobre la vida, de un sistema en el cual la vida no es más que mercancía, cuantificable, clasificable y prescindible, como cualquier otra mercancía de cualquier góndola del planeta». (1)
¿DEFENDER A LOS DELINCUENTES?
Cuando nos oponemos a pedir más mano dura somos acusados de defender a los delincuentes, no solo por la burguesía sino también por otros explotados y oprimidos. Si bien como clase somos los que principalmente padecemos los asaltos o la preocupación por zafarlos, esto no puede justificar cualquier cosa. Cuando los explotados no pelean contra los explotadores pelean entre ellos mismos. Y la publicidad del "trabajador honrado" que pide mano dura es la coartada que precisan ciertos sectores de la burguesía para poder implementarla.
En los barrios y en los ámbitos de trabajo se habla con total naturalidad de un “ellos” que hace referencia a un difuso grupo de personas de tal rango de edad y cierta estética. Todos son considerados delincuentes o potenciales delincuentes. El “nosotros” haría referencia a la gente honrada que va a trabajar y es asaltada en la bici, la moto o en la parada de colectivo. La pena es que esa gente honrada ya se acostumbró a toda la forma de mierda de vivir bajo el capitalismo y solo se asombra por lo reciente e inmediato. Quizá un día se acostumbren a ser asaltados camino al trabajo como se acostumbraron al trabajo, al patrón, a la rutina y al reloj, es cuestión de paciencia.
Pero para esa masa hay un enemigo aún mayor: «los de los derechos humanos». Ellos son los responsables de que pibes de doce años no cumplan condena como un mayor y son también los que entorpecen permanentemente con minucias el trabajo de “La Justicia”. Desde el igualmente abstracto discurso del derecho, el progresismo legalista enfatiza que el sujeto del crimen no es “el otro”, sino que el crimen emerge del seno mismo de la sociedad.
Sea el enemigo externo o interno, tanto manoduristas como garantistas suelen suponer que este problema emerge de la ausencia del Estado; al contrario, lejos de todo pensamiento idealista, es su presencia la responsable de la organización del delito y el mantenimiento de las condiciones que lo hacen posible. Mediante jueces, policías, políticos y funcionarios gestiona el narcotráfico, la trata de personas, libera zonas y permite robos de toda escala.
En la última y multitudinaria marcha, cuya convocatoria rezaba «Todos juntos vamos a lograr que reaccionen quienes tienen que cuidarnos», se solicitaba al Dios Estado que cuide de sus fieles. Allí Luciana Escobar, hermana de Gerardo "Pichón" Escobar, pudo advertir ante el reclamo de más policías que los asesinos y torturadores de su hermano eran de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, estas palabras son minoritarias ante la turba que incluso sabiendo de la participación de policías en el delito pide más. ¿Quién entonces defiende a los delincuentes?
Notas:
- David vs. Goliat, La Oveja Negra nro.15, abril de 2014. Hace más de dos años un grupo de personas linchaba y mataba a David Moreira en el barrio donde se encuentra la biblioteca. Nosotros publicábamos este artículo, que lamentablemente continúa teniendo vigencia. Hoy no hay detenidos por tal asesinato, no es asunto nuestro, pero como dirían los mismísimos linchadores: «entran por una puerta y salen por la otra».