lunes, 11 de julio de 2016

Y SIN EMBARGO NO LO PUEDEN IMPEDIR

En los últimos meses la Burguesía hizo más de lo que sabe: liberar las fuerzas del mercado, consolidando sus privilegios y librando de toda limitación los apetitos empresariales, todo lo cual se hace necesariamente contra el resto de la sociedad. Redujo el costo de la fuerza de trabajo y, allí donde existe, buscó doblegar la resistencia al ajuste tarifario e imponer una limitación a los incrementos salariales. Hubieron miles de despidos y amenazas que sembraron miedo, aun cuando la cantidad realizada fue inferior a la anunciada. A través de vigilancia y una férrea represión policial los miles de despidos, suspensiones y el tarifazo marcan una misma dinámica en la sociedad argentina.

El aumento de la intensidad del trabajo se ve acompañado por el avance y la profundización de la represión, a través de leyes como el “protocolo de seguridad” o fallos como el de la Corte Suprema de Justicia que, en medio de una ola de despidos, afirma que la huelga solo puede ser convocada por asociaciones sindicales con personería gremial y por los sindicatos simplemente inscriptos. Este fallo, que afecta ampliamente a los sectores de trabajadores no sindicalizados, tercerizados e informales, se produjo durante el pasado mes de junio.

En una ocasión, refiriéndonos al Poder Judicial cuando condenó a los petroleros de Las Heras, en Santa Cruz, decíamos: «¿Qué es un tribunal sin la fuerza armada que ejecuta sus fallos? ¿Qué son los jueces sin gendarmes, o los gendarmes sin jueces? La Justicia no está en la balanza sino en la espada. Sin el purgatorio y el infierno, nada sería el dios de los católicos, tan impotente en la tierra. La justicia y la paz social no la declara el que llora de impotencia sino el que tiene más armamento, más control.»

Pero atentos, la corte se expidió: «Es un delito organizarse por fuera del sindicato único. Aquel que lo haga será un delincuente». “¿Son buenos los delincuentes, o son malos?... ¿Qué puede importarnos eso a nosotros, compañeros?” ¡Siempre es peor el que encarna la Ley! Si todo derecho burgués se asienta sobre el robo, y mientras la vida del que produce sea esclava, cualquier huelga es más fecunda que el trabajo. El trabajo produce maravillas para los ricos, pero privaciones para los explotados. En su trabajo el trabajador no se afirma sino que se niega como ser humano, no se siente feliz, se siente desgraciado. Y sin embargo, la huelga no es tampoco un lugar de reposo. Al contrario, es doble fatiga, por dentro y por fuera.


Gloriosa labor sindicalista

 

La garantía del desarrollo capitalista se apoya en el rol pacificador de los sindicatos. El sindicalismo busca mantener el miedo a ser despedidos, encerrándonos a cambio de una paga miserable, encuadrados en los intereses productivos de la burguesía. Participan ellos también del banquete: organizan la explotación. El sindicato es un instrumento al servicio del Estado y el Capital, sin el cual no podrían llevar adelante sus políticas económicas. Y los más demagógicos, los que posan sus papadas como combativas, acusan al tribunal de no “ampliar derechos”; lejos de atacar el principio del Estado, protestan solamente contra las limitaciones impuestas por el régimen “liberal” a la realización del democrático “derecho a huelga”. Una sociedad fundada en la explotación del trabajo ajeno solo puede lograr cohesión interna por medio de una mentira de pretensión universal como la igualdad de participación en la democracia. La burguesía no tiene ningún proyecto que proponer que pueda conseguir la adhesión de todos y asegurar la cohesión social: por eso se apoya fuertemente en la represión.

Los sindicatos, los empresarios y los políticos, deben defenderse, defender la democracia y el Estado, defender su ley y su jurisprudencia. Defender la democracia como si fuera un templo. Y sabemos lo que pasa en los templos: el ritual, la palabra sin sangre; la vida en paz. En la nación argentina lo peor que puede hacer alguien es luchar sin que intervenga el Estado. Porque en este templo donde se deja vivir en paz democrática, hablar en paz democrática, todo hecho y toda actitud contra el Estado es peor que un crimen. La paz democrática… ¡Es una paz que te aplasta!

No basta con consumir día a día nuestras vidas con trabajos peligrosos e insalubres, con ritmos que crispan los nervios, cosas que aprendemos en un día o en un mes y repetimos como bestias. No basta con que quememos en esos trabajos las mejores horas y los mejores años de nuestras vidas, horas que podríamos dedicar al amor y al descanso. No basta con que la juventud viva sin diversión y sin perspectivas. No basta con los aumentos de precios y los salarios bajos. No basta con viajar apretujados y humillados en colectivos mientras los perros asesinos del Estado suben y viajan tranquilamente… sin pagar.

No basta con eso y llaman a la policía cuando no pueden acallar la lucha, y disparan contra los trabajadores que se niegan a sus leyes como hicieron hace días en Río Gallegos al aprobar un paquete de medidas de ajuste. No basta con eso en todo el territorio argentino y así, sometidos por la fuerza capitalista, somos encerrados en cárceles o cocinas, en prostíbulos o cementerios. Dejamos de hablar con la boca, lo hacemos con las heridas de la esclavitud moderna. Con las alas rotas. Como un ave cansada o dormida que hay que hacer que se desate del sueño y se alce, grave y potente; como cuando las palabras y los gestos se alzan contra las leyes de los burgueses, como cuando se vibró por que en la Argentina «se vayan todos».

En cientos de luchas que el Estado logró digerir con la represión y la recuperación combinadas, uno se ha vuelto a la casa o a la calle, a la cárcel o al trabajo, una vez más, derrotado. Y sin embargo no lo pueden impedir: las huelgas se repiten porque, amparadas o no por un derecho, no surgen de la letra muerta de la ley, sino de la necesidad humana de destruir lo que nos somete a diario.

TECNÓPOLIS, LA RENDICIÓN DE LA CULTURA A LA TECNOLOGÍA

Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación del gobierno anterior, ha desempeñado muy bien su función y al día de hoy, con el cambio de gestión gubernamental, continúa en su mismo puesto. Desde aquí no olvidamos que fue quien en una entrevista realizada por Hebe de Bonafini, titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, para el programa Pariendo Sueños en su emisión del 15 de agosto de 2011, respaldó el uso del glifosato argumentando que sirve para matar las malezas que crecen alrededor de las plantaciones. Cuando se le comentó que este herbicida también mata personas, Barañao replicó: «No está probado. Hay gente que se ha tomado un vaso de glifosato, para suicidarse, y no le ha pasado nada», y se atrevió a decir además que el glifosato causa el mismo daño que el “agua con sal”. Debido a su función estatal, es portavoz oficial de Tecnópolis y ante la continuidad de lo que se consolidó como un bastión del gobierno anterior respondió afirmativamente: «Tecnópolis es un derecho adquirido para el ciudadano común y es algo que no podemos perder. Y, como es un derecho adquirido, tiene que seguir siendo gratuito.»

Técnopolis es el nombre de una megamuestra —la más grande de América Latina— de ciencia, tecnología, industria y arte con sede en Buenos Aires, más precisamente en el Parque del Bicentenario, inaugurada en julio de 2011 por Cristina Fernández de Kirchner. Es también el nombre de un libro que Neil Postman escribió en 1993 y que lleva por subtítulo La rendición de la cultura a la tecnología. Este nos dice que: «El ordenador redefine a los humanos como procesadores de información y a la propia naturaleza como información que ha de ser procesada. El mensaje metafórico fundamental del ordenador, en resumen, es que somos máquinas; máquinas pensantes, sin duda, pero máquinas al fin y al cabo. Por esta razón el ordenador es la máquina casi perfecta, incomparable, la quintaesencia de Tecnópolis.» Por su parte Adrián Paenza, matemático estrella y animador de feria en Tecnópolis, decía a cientos de niños que las matemáticas son importantes porque «al fin y al cabo somos números». Una vieja idea difundida de que el mundo es naturalmente matemático, pero hay una gran diferencia: es el ser humano quien lo matematiza, más precisamente el recientísimo ser humano de esta época. La lógica emanada de las relaciones sociales capitalistas hace creer que se esconde una ley matemática en todo lo que vemos. Pero los seres humanos no somos números ni las relaciones sociales son matemáticas.

Tecnópolis no fue un acierto del kirchnerismo mientras que el “permiso” a Monsanto fue un error. Una cosa es inseparable de la otra y no simplemente porque ambas estén avaladas desde el mismo despacho sino porque ambas son parte de la misma lógica que emana de una sociedad que antepone la ganancia a la vida.

Queremos compartir algunas reflexiones urgentes en esta época de optimismo tecnológico, de confianza en que gracias a las máquinas tendremos un mundo mejor, que las nuevas tecnologías de la información resolverán nuestras vidas. No sin antes dejar otra cita de Postman:

«En este vacío entra el relato de Tecnópolis, con su énfasis en el progreso sin límites, en derechos sin responsabilidades y en tecnología sin costos. El relato de Tecnópolis carece de centro moral. En su lugar coloca la eficacia, el interés y el avance económico. Promete el cielo en la tierra gracias a las ventajas del progreso tecnológico. Descarta todos los símbolos y narraciones tradicionales que sugieren estabilidad y disciplina, y habla, en su lugar, de una vida de técnicas, pericias mecánicas y del éxtasis del consumo. Su objetivo es producir funcionarios para una Tecnópolis en curso.»

Debemos remarcar que la investigación científica sirve ante todo al poderío económico, con especial importancia en lo militar y represivo, y no para que el conocimiento avance. La supuesta voluntad de saber es la coartada perfecta que intenta hacernos aceptar la competición económica internacional y la carrera armamentística. Claro que es importante un corpus de conocimientos establecido con rigor, al igual que la elaboración de técnicas para la vida humana, pero ello es marginal en la publicitada investigación, ese discurso solo viene a justificar todo lo antes nombrado.

La investigación actual produce saberes separados, los conocimientos científicos impiden que entendamos lo que hacemos todos los días, desde “nuestras” herramientas de trabajo a los objetos de consumo que hemos naturalizado como parte de nuestra cotidianeidad. Con la objetividad como coartada, la investigación científica ampara e impulsa una lógica de la separación de los ámbitos de nuestra existencia. ¿Y cómo une lo separado? Con los novedosos, y ya obligatorios, equipos multidisciplinarios. Donde especialistas de cada asunto se unen para un mismo objetivo que no es sino el mantenimiento de la normalidad y la ganancia, con la fachada de solucionarnos la vida. Han agravado considerablemente los problemas de la humanidad, degradando el planeta que habitamos y acentuando el control social, en la carrera por transformar cada vez más a la humanidad en una acumulación que solo bastaría explotar, administar y gestionar. Llegan inclusive al cinismo de admitir los daños que la ciencia y la industria —matrimonio indivisible— producen a nuestro planeta y a nosotros con él. Están dando lugar a una epidemia de cánceres, alergias y nuevas enfermedades y, lejos de denunciar las causas de estos males, se dedican a parchear a los humanos para adaptarlos a este planeta enfermo.

Producidos como cualquier mercancía, los frutos de la investigación están designados por las necesidades de la ganancia, y así también por el apuro, el fraude, la falsificación y la ausencia de reflexión de conjunto.

«El tótem de la ciencia pura tiene como función precisa enmascarar: pasar por alto una realidad (el trabajo de investigador, sus condiciones de producción, su financiación, sus consecuencias prácticas) para erigir una figura idealizada, provista de todas las virtudes (valentía, abnegación, genialidad) y al servicio del bien y de la humanidad. Según esta imagen religiosa y mesiánica de la ciencia, todos los efectos catastróficos que puedan señalarse serán considerados invariablemente meras desviaciones respecto al modelo científico puro, improbable híbrido de Galileo, Pasteur y Hubert Reeves. Ahora bien, la realidad es exactamente lo contrario: los escasos ejemplos de investigaciones desinteresadas y no recuperables de forma inmediata por la industria y el ejército son las verdaderas desviaciones, las anomalías, los parásitos del sistema. En numerosos casos, los investigadores no conocen las conclusiones finales de su trabajo, y a menudo ni siquiera intentan conocerlas. Identificarse con Galileo les basta para dormir tranquilos y para resolver todos los dilemas que pese a todo podrían surgir de su práctica cotidiana.» (Un futuro sin porvenir... Grupo Oblomoff)

En esta reciente apología de la ciencia y de su nacionalización y estatización muchos nos hablan, ya desde el gobierno anterior, de la superada “fuga de cerebros”, de los brillantes científicos que debieron emigrar y que volvieron porque vuelve a haber dinero para la investigación. Ahora el fantasma de la falta de becas o dinero para investigación reaparece. Y se esquiva, conscientemente, reflexionar sobre la investigación, sus medios y sus fines, del mundo que contribuye a forjar y perpetuar. El mito de una ciencia pura e independiente obnubiló a un sector de la población votante así como la recuperación de «los goles secuestrados» (CFK dixit) mediante el “Fútbol para todos”. Otros se dejan deslumbrar con promesas de alegría.

Tecnópolis es algo más que una mera muestra de ciencias, es parte de la ideología dominante y toda su fuerza material. Para nosotros no se trata de acercar la ciencia a los explotados sino de acabar con la lógica de los explotadores.

Y para que nadie se alarme por estas palabras, advertimos que lo catastrófico no son nuestras reflexiones sino la situación actual.

MEMORIA: TRES NOTAS SOBRE EL DÍA PATRIO

Texto aparecido en Libre Acuerdo N° 2, publicación anarquista. Julio de 1926, Rosario. Firmado por Tito Fco-Latt.

EN LA PLAZA:
Un mar de niñitos uniformados, todos de mayor a menor, rubios y morenos, tras de sus delantalcitos blancos de colegiales, formando así una sola mancha.

Así también quisieran reflejar en nosotros y en la humanidad en sí, sus pensamientos y sus más íntimas costumbres, los padres de la patria… Nada extraño a lo suyo, todo uniforme y manoseado por ellos. El propio sentimiento y las aspiraciones mismas de liberación más sublimes y grandes de los pueblos; encauzados, sometidos los hombres a su voluntad única, como objetos automáticos. Nada de extraño a lo suyo, todo uniforme y manoseado por ellos.

Como esos niñitos de delantalcitos blancos que mecánicamente suben y bajan la voz mientras cantan la canción patria tal ellos les enseñaran.

EL DESFILE:
“Hombres” y caballos; cañones y ametralladoras, lanzas, sables, etc. Todos los símbolos de la civilización moderna: su honor y su moral; la razón burguesa, la del más fuerte y la gloria al mayor asesino. Luego los pabellones patrios, marchas marciales y redobles de tambores.

La muchedumbre se agita, aclama al monstruo. ¡Viva la patria! ¡Viva la Argentina!… Sus rostros enrojecen, sus pechos se exaltan, hierve su sangre. La mía hormiguea de indignación. Y pensar… que la sola figura del ogro soldadezco debiera repugnarles, en cambio su ignorancia los lleva a aclamar al militarismo, a los tributos de guerra, al crimen hecho ley, a las herramientas de muerte.

EL HIMNO:
“Oíd el ruido de rotas cadenas…” ¿?… “Libertad, libertad”. Canta la chusma, y pienso en las revueltas populares sofocadas por el plomo; Santa Cruz, B. Aires, etc… Luego levanto los ojos hacia el palacio de “justicia” y recuerdo los voluminosos procesos tramados contra los hombres de ideas libres. Por último viene a juguetear en mi mente el recuerdo de los revolucionarios de mayo, para compararlos con estos y veo el brazo prepotente del verdugo que maneja la goma que va a caer sobre las espaldas del infeliz elegido para hacerle autor de un delito o por haberle hablado desde el banco de una plaza al pueblo de libertad.

HABLANDO CON LAS PAREDES: «VAMOS POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA»

«El proletariado no tiene patria» fue una de las primeras afirmaciones de nuestra clase a nivel mundial, dejando bien en claro la necesidad del internacionalismo en la lucha contra el Capital. Pero a lo largo de la historia, los explotados nos hemos dejado arrastrar una y otra vez a enfrentarnos entre nosotros, defendiendo las mismas banderas que nos separan, dirigiendo las armas hacia otros explotados en lugar de dirigirlas todos juntos hacia nuestros explotadores.

Los burgueses de cada región se esfuerzan por convencernos de que los burgueses y los explotados de otros países son más enemigos que ellos. Entonces dejamos de hablar de clases para hablar de países y nacionalidades. Decir que estamos bajo la dominación extranjera resulta bastante ridículo cuando pensamos en los proletarios de esos países. Así y todo, funciona.

Pero no se trata solo de un discurso para mandarnos a la guerra. Estos 200 años de la creación del Estado argentino llegan en un contexto donde el oxidado antiimperialismo comienza a resurgir una vez más: básicamente nos dicen que el problema son los capitales extranjeros y los gobernantes que los defienden, para evitar que enfrentemos al capitalismo de una vez por todas.

La idea de independencia nacional nos mantiene dependientes del Capital y de todas sus instituciones. Para terminar definitivamente con la explotación no hay alianza con ningún burgués que valga.

CICLO: 80 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA

Hace 80 años, miles de proletarios en la región española empuñaron las armas que sus gobernantes republicanos les negaban para hacerle frente al levantamiento militar conducido por Franco en julio de 1936. Tras décadas de intensas luchas y organización, los explotados decidieron tomar el rumbo de sus vidas por ellos mismos y pusieron en jaque al orden capitalista. Campos, fábricas y empresas de todo tipo fueron expropiadas a la burguesía y puestas en función de las necesidades comunes de subsistencia y de la revolución en marcha. Cientos de iglesias ardieron junto con toda su opresiva parafernalia, y con ellas también los pesados lastres del cristianismo sobre muchas conciencias humanas. Se organizaron milicias autónomas y comités de defensa, que trataron de hacer frente a los militares sublevados y liberar las regiones que habían caído en sus manos.

El desenlace de este gran impulso revolucionario estuvo marcado por lo que comúnmente nos presenta la historia burguesa como lo acontecido en esa región en esos años: una guerra civil entre republicanos y fascistas. Si así nos lo cuentan, es porque fueron los republicanos y la ideología antifascista, de la mano de la URSS, los encargados de desviar los objetivos revolucionarios hacia la mera guerra contra el fascismo y de sofocar a todo aquel que se resistiera. No se trataba de hacer la guerra y la revolución al mismo tiempo, sino que se trataba de hacer la revolución para evitar la guerra, enfrentando tanto al fascismo en el frente como a los republicanos y antifascistas en la retaguardia.

Sábado 23 de julio
Proyección de Tierra y Libertad de Ken Loach + Discusión con el material Las dudosas virtudes de la propaganda de Gilles Dauvé.

Sábado 30 de julio
Charla y debate: Industrialización y resistencia. Orígenes del movimiento obrero en España (1830-1931).

Sábado 06 de agosto
Proyección del corto Que trabaje Federica + Discusión con los aportes de Michael Seidman para una historia de Los obreros contra el trabajo.

Sábado 13 de agosto
Charla y debate: Revolución y contrarrevolución en España. Contra el mito de la traición.