Otro primero de mayo nos encuentra conmemorando la lucha de aquellos trabajadores de Chicago que en 1886 dejaron sus vidas por lo que creían urgente y necesario: la lucha contra la explotación del Capital.
Hoy, aún sentimos esa urgencia y esa necesidad de luchar contra lo que nos oprime y explota día tras día desde hace siglos, de luchar por destruir completamente de una vez y para siempre este sistema que produce valor a costa de nuestras vidas y nuestra humanidad.
¿Por qué creemos indispensable que en este primero de mayo nuestra lucha se afirme en su carácter internacionalista, anticapitalista y revolucionario?
Como proletarios sabemos que no tenemos patria, que lo único que nos puede hacer fuertes para vencer a nuestro enemigo es reconocernos como clase antagónica al Capital, una sola clase de explotados en todo el mundo que padecemos la misma miseria: la desposesión de todo, menos de nuestra fuerza de trabajo. Pero que, como clase, también tenemos la posibilidad de destruirlo todo porque somos los únicos reproductores de esta sociedad, y porque no tenemos nada que perder.
Además de la falsa oposición patriótica, nacionalista, antiimperialista –que nos hace perder de vista que en cualquier lugar del mundo hay, como aquí, explotados y explotadores, y que esa es la verdadera línea divisoria de intereses– el capitalismo se nutre de otras tantas falsas contraposiciones. Así, los burgueses y todos los defensores de este sistema nos quieren convencer de que la culpa de que vivamos para la mierda la tiene el gobernante corrupto, la empresa extranjera que contamina y se lleva las ganancias a otra parte, la forma de distribuir las ganancias o la producción, la autoridad, los excesos del sistema, y un largo etcétera.
Los políticos de todos los colores nos venden estas parcialidades asegurando que tal o cual aspecto puede ser mejorado, reformado o eliminado, con tal de que no desconfiemos de que este es el mejor de los mundos, con tal de que sigamos votando y trabajando. Lo que no quieren que veamos es que el capitalismo es inseparable de todas las injusticias, las corrupciones, las contaminaciones y de todos los excesos; el capitalismo es un todo y sólo funciona gracias a cada uno de esos repugnantes aspectos. Por eso, para lograr cambiar de raíz esta realidad es necesario, justamente, destruir la raíz de nuestro problema, destruir el capitalismo en su totalidad y, por tanto, todo lo que éste implica: desde el Estado hasta el trabajo asalariado, el valor, el mercado, la forma de producir y de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza, la ciencia, la democracia, la política… Destruirlo todo, hacer estallar por los aires cada una de las separaciones que mantienen esta miseria de vida, tanto materiales como espirituales.
«La revolución radical no es un sueño utópico. Tampoco lo es la emancipación humana en general. Sí lo es una revolución parcial, política, que deja intactos los pilares de la casa» decía Karl Marx.
Cuando hablamos de revolución hablamos precisamente de la lucha como clase por destruirlo todo, por arrasar con esta sociedad, porque en esa misma lucha germinen las condiciones para una nueva vida, una vida realmente humana, una vida en comunismo y anarquía.
Hoy, aún sentimos esa urgencia y esa necesidad de luchar contra lo que nos oprime y explota día tras día desde hace siglos, de luchar por destruir completamente de una vez y para siempre este sistema que produce valor a costa de nuestras vidas y nuestra humanidad.
¿Por qué creemos indispensable que en este primero de mayo nuestra lucha se afirme en su carácter internacionalista, anticapitalista y revolucionario?
Como proletarios sabemos que no tenemos patria, que lo único que nos puede hacer fuertes para vencer a nuestro enemigo es reconocernos como clase antagónica al Capital, una sola clase de explotados en todo el mundo que padecemos la misma miseria: la desposesión de todo, menos de nuestra fuerza de trabajo. Pero que, como clase, también tenemos la posibilidad de destruirlo todo porque somos los únicos reproductores de esta sociedad, y porque no tenemos nada que perder.
Además de la falsa oposición patriótica, nacionalista, antiimperialista –que nos hace perder de vista que en cualquier lugar del mundo hay, como aquí, explotados y explotadores, y que esa es la verdadera línea divisoria de intereses– el capitalismo se nutre de otras tantas falsas contraposiciones. Así, los burgueses y todos los defensores de este sistema nos quieren convencer de que la culpa de que vivamos para la mierda la tiene el gobernante corrupto, la empresa extranjera que contamina y se lleva las ganancias a otra parte, la forma de distribuir las ganancias o la producción, la autoridad, los excesos del sistema, y un largo etcétera.
Los políticos de todos los colores nos venden estas parcialidades asegurando que tal o cual aspecto puede ser mejorado, reformado o eliminado, con tal de que no desconfiemos de que este es el mejor de los mundos, con tal de que sigamos votando y trabajando. Lo que no quieren que veamos es que el capitalismo es inseparable de todas las injusticias, las corrupciones, las contaminaciones y de todos los excesos; el capitalismo es un todo y sólo funciona gracias a cada uno de esos repugnantes aspectos. Por eso, para lograr cambiar de raíz esta realidad es necesario, justamente, destruir la raíz de nuestro problema, destruir el capitalismo en su totalidad y, por tanto, todo lo que éste implica: desde el Estado hasta el trabajo asalariado, el valor, el mercado, la forma de producir y de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza, la ciencia, la democracia, la política… Destruirlo todo, hacer estallar por los aires cada una de las separaciones que mantienen esta miseria de vida, tanto materiales como espirituales.
«La revolución radical no es un sueño utópico. Tampoco lo es la emancipación humana en general. Sí lo es una revolución parcial, política, que deja intactos los pilares de la casa» decía Karl Marx.
Cuando hablamos de revolución hablamos precisamente de la lucha como clase por destruirlo todo, por arrasar con esta sociedad, porque en esa misma lucha germinen las condiciones para una nueva vida, una vida realmente humana, una vida en comunismo y anarquía.
* ACTO POR EL 1° DE MAYO EN ROSARIO *
Viernes 1° de mayo a las 17 hs en Plaza Sarmiento (Entre ríos y San Luis)
Habrá oradores, música en vivo y feria de materiales.