sábado, 4 de marzo de 2017

DÍAS DE PRECARIEDAD Y REESTRUCTURACIÓN

Pasó un año desde que Macri asumió la presidencia. Un año de ajuste salvaje; sin embargo, queda mucho por delante. No hay apuro si asumimos la constancia. Nada es inmediato. La lucha es necesaria y la ruina de la sociedad capitalista es inevitable. Vamos a partir reconociendo que existe una miseria global generada por un modo de producción de tipo capitalista. En todos los continentes del globo se pueden ver las consecuencias de la administración de esta miseria. En el continente americano, más allá del discurso predominante en la generación de gobernantes progresistas y desarrollistas, sucede lo mismo.

La crisis económica mundial afecta la industria argentina, cuyos costos son más altos y sus avances técnicos más atrasados que los de aquellos países que lideran los mercados. Esto es central para comprender por qué el gobierno ataca incesantemente, aumentando tarifas, despidiendo y precarizando. En otras palabras, buscan producir más con menos costos, así como también usar el asistencialismo como palanca para neutralizar el poco poder de fuego que tiene la movilización social. Éstos comenzaron a especular, en diciembre pasado, cuando las fuerzas sindicales, políticas, territoriales y religiosas armaron el proyecto de la “Ley de emergencia social”. En éste, a cambio de unas concesiones mínimas, los delatores y disciplinadores de la clase explotada garantizan la paz social. Un programa idéntico al del anterior gobierno. Sintéticamente, podemos decir que las condiciones globales tienen su expresión local, y localmente, también sus sostenedores y su falsa oposición.

Asimismo, el antagonismo se expresa tímidamente. En los últimos años, las luchas de los asalariados convivieron de manera errática con los reclamos socioambientales, y, además, con las masivas demostraciones del movimiento de mujeres. Actualmente, existe en el territorio argentino un proceso de luchas con distintos matices y grados de conflictividad. Estas luchas particulares, necesarias e importantes, sin embargo, permanecen aisladas entre sí, expresando solidaridad solo desde su particularidad, impidiendo ver lo que tienen en común.

Las siempre engañosas cifras acerca de la cantidad de despidos, suspensiones y envío de millones de personas al inframundo de los trabajadores pobres son alarmantes. Sin embargo, las demostraciones de paciencia en el proletariado de la región argentina parecen no agotar sus reservas. Al escribir este artículo, decenas de organizaciones sindicales y de género están anunciando paros y movilizaciones para el mes de marzo.

El 7 de marzo movilizan los mercenarios de la CGT, que además amenazan con una huelga a fin de mes. El sindicalismo argentino lucha por no perder su lugar de interlocutor privilegiado frente al gobierno y las cámaras empresariales. Al día siguiente, va a realizarse un paro de mujeres, el segundo en menos de un año. Ambas movilizaciones, empujadas por reclamos y reivindicaciones auténticamente sentidas por los proletarios y las proletarias. Los reformistas de siempre buscarán impedir cualquier desbande para lograr eficazmente la canalización democrática. Pero sabemos que ésta dependerá de lo institucionalizable de las luchas. Nuestras luchas son prestas al encuadramiento cuando luchan por el reparto de la miseria, son canalizables cuando luchan por migajas ¡Luchemos por todo! ¡Cuando nuestros reclamos no pueden ser recuperados por estos mercenarios es porque vamos por el buen camino, el camino de la revolución!

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