viernes, 21 de marzo de 2014

LAS HOGUERAS AÚN NO SE APAGARON

Una nueva conmemoración del 8 de marzo nos muestra los significados que va adquiriendo desde hace años esta fecha: mercancías “femeninas” para regalar y  regalarnos, descuentos en restaurants y perfumerías, con suerte, un discurso de la ONU por la igualdad de derechos, y una marcha de la izquierda para reclamar al gobierno por medidas legales contra los femicidios y demás inequidades de género.

Como ocurre con tantas otras esferas de nuestras vidas, el Capital no duda en utilizar e inventar lo que sea con tal de seguir expandiéndose, generando así más y más capital, más y más valor. Esto no nos sorprende, es un proceso continuo que comenzó con los orígenes mismos de este sistema.

Contra él se alzaron las obreras textiles de Nueva York un 8 de marzo de 1857. Cada vez más mujeres, en Estados Unidos, se incorporaban a la producción, especialmente en la rama textil, donde eran mayoría absoluta. Las extenuantes jornadas de más de 12 horas a cambio de salarios miserables despertaron la rebeldía de las proletarias neoyorquinas. Esta no fue ni la primera ni la última vez que las textiles se movilizarían. Medio siglo más tarde, en marzo de 1908, 15.000 obreras marcharon por la misma ciudad por aumento de salario y mejores condiciones de vida. Y, al año siguiente —también en marzo—, más de 140 jóvenes mujeres murieron calcinadas en la fábrica textil Triangle Shirtwaist de Nueva York. En ese trágico día, las trabajadoras tuvieron que sortear muchas áreas cubiertas por el fuego, para luego intentar salir por una puerta cerrada, la misma donde día tras día las requisaban los guardias de seguridad de la fábrica.

De ahí en adelante, estos episodios sirvieron de referencia para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, cuya primera convocatoria tuvo lugar en 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza extendiéndose, desde entonces, a numerosos países. La propuesta original, discutida por algunas secciones de la socialdemócrata Segunda Internacional, concebía un día específico de lucha de las mujeres trabajadoras por reivindicaciones sufragistas, igualdad civil y derechos laborales.

En 1977 la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

UNA HISTORIA EXTENDIDA

El Capital no sólo se apropia del “día de la mujer”, ella ha sido explotada y subordinada desde un principio de acuerdo a las diversas necesidades que en cada época tuvo este sistema de producción.

Durante el surgimiento del sistema capitalista —o proceso de acumulación primitiva del Capital— se desató un ataque y persecución específica contra las mujeres —parteras, curanderas, madres, amantes, educadoras y reproductoras— a través de lo que se conoce popularmente como caza de brujas (1). Caza que, entre otras cosas, intentó destruir el control natural que las mujeres podían ejercer sobre la reproducción de la especie.

Esta persecución fue tan importante para el desarrollo del capitalismo como la colonización de las Américas y la expropiación de tierras al campesinado europeo. Supuso: el desarrollo de una nueva división social del trabajo, que sometió el trabajo femenino y la función reproductiva a la reproducción de la fuerza de trabajo; la construcción de un nuevo orden patriarcal, basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado; y la mecanización del cuerpo de las mujeres en la producción de nuevos trabajadores.

Por otro lado, esta campaña de terror contra las mujeres debilitó la capacidad de resistencia del campesinado europeo ante el ataque lanzado en su contra por la aristocracia terrateniente y el Estado, en una época en que la comunidad campesina comenzaba a desintegrarse bajo el impacto de la privatización de la tierra, el aumento de impuestos y la extensión del control estatal sobre todos los aspectos de la vida social.

La definición de las mujeres como seres demoníacos y las torturas atroces a las que muchas de ellas fueron sometidas destruyeron todo un mundo de prácticas femeninas, relaciones colectivas y sistemas de conocimiento que habían sido la base del poder de las mujeres en la Europa precapitalista, así como la condición necesaria para su resistencia en la lucha contra el feudalismo.

Una vez que las mujeres fueron derrotadas, la imagen de la feminidad construida en este período fue descartada y una nueva y domesticada ocupó su lugar. Mientras que durante la caza de brujas las mujeres eran retratadas como seres salvajes, rebeldes e insubordinados, a finales del siglo XVIII el canon se había invertido. Las mujeres pasaron a ser retratadas como seres pasivos, lánguidos, angelicales y moralmente mejores que los hombres, capaces de ejercer una influencia positiva sobre ellos.

De la imagen de la mujer–bruja en la hoguera, se pasó a la mujer como encarnación de “la libertad”. La Estatua de la Libertad, fue un regalo de parte de Francia a Estados Unidos. Desde su inauguración en 1886 fue la primera visión que tenían los inmigrantes europeos al llegar a la prometedora nación en crecimiento tras su travesía por el océano Atlántico, la que quizás tuvieron las trabajadoras textiles, en su mayoría italianas y judías, antes de perder la vida en la fábrica de camisas.

LA MÁS VIEJA PROSTITUCIÓN

Pese al nuevo aire progresista, bajo el cual las mujeres pueden trabajar “a la par” de los hombres y hasta pueden ser presidentas, sabemos que las mujeres no somos ni más iguales ni más libres y más aún, que estas consignas ni siquiera nos pertenecen (2). Seguimos siendo esclavas de nuestras necesidades, para vivir debemos vender nuestro cuerpo, nuestras energías y nuestras fuerzas. Aquellos famosos derechos por los que deberíamos luchar contienen la obligación violenta de trabajar para vivir y obedecer la ley de quien la otorga.

Resulta evidente cómo la mayoría de las reformas introducidas en la sociedad capitalista responden a sus propias necesidades y nada tienen que ver con una verdadera emancipación humana. En el caso de la mujer, gran parte de los “derechos adquiridos” no son más que cambios necesarios en la dinámica de explotación capitalista. Cada vez que el Estado nos hace hablar en su lenguaje, nos hace hablar de derechos y libertades democráticas, logra traficar el verdadero origen de nuestras necesidades y deseos.

Los defensores del orden afirman que la prostitución es el trabajo más viejo del mundo, para nunca decir que la más vieja prostitución del mundo es el trabajo. La democracia, con sus fragmentaciones y falsificaciones otorga derechos particulares que no permiten ver la totalidad del problema.

La mujer como cuerpo–objeto, los roles y las formas de relacionarnos impuestos por siglos de explotación siguen intocables a pesar de tanta reforma. Tanto es así que ni siquiera se frenan los excesos y las miserias más terribles.

Un gran número de mujeres son esclavas de un mercado en continuo crecimiento, alimentado por el tráfico de mujeres y niños. Se calcula que hay cuatro millones de personas traficadas por año, obligadas mediante engaño y coacciones a alguna forma de servidumbre. Sólo hacia Europa occidental son traficadas 500 mil mujeres por año.

Por poner otro ejemplo, 66 mil mujeres son asesinadas cada año en el mundo. Eso representa el 17% del total de muertes violentas (y las cifras no incluyen casos de violencia psicológica, económica o de discriminación laboral, que no suelen ser denunciados).

En Argentina un total de 295 mujeres perdieron la vida por “violencia de género” durante el 2013, lo que arroja un promedio de una mujer muerta cada 30 horas.

Los cuerpos de las mujeres han constituido y constituyen lugares privilegiados para el despliegue de técnicas y relaciones de poder, desde el control sobre la función reproductiva de las mujeres hasta las violaciones, los maltratos y la imposición de la belleza como una condición de aceptación social.

El lugar que históricamente el sistema capitalista de producción fue imponiendo a la mujer según sus necesidades de valorización no hizo más que quebrantar cada vez más la solidaridad entre quienes sufren la misma explotación. Sea un oficinista jodiendo sobre lo ajustado que le queda el uniforme a su compañera que se encuentra a dos escritorios de distancia o el obrero de la construcción que grita y denigra a quien limpia la casa al lado de la obra, que bien podría ser la casa de su jefe. O un ejemplo más extravagante: los diez cafiolos en San Lorenzo que hicieron un piquete el fin de semana del 7 de marzo porque la municipalidad cerró los últimos burdeles que existían, reclamando porque los dejaban sin trabajo.

El sistema y sus ejecutores, representantes y falsos críticos, se alimentan de estas divisiones, se aprovechan de ellas para sostenerse en pie, sostener la desigualdad, la violencia que implica la separación de la sociedad en dos clases, la de quienes poseen los medios de producción y la de quienes sólo cuentan con sus fuerzas y energías para sobrevivir.

La única lucha posible contra la violencia que sufren las mujeres es la lucha contra la más vieja prostitución del mundo: el trabajo. Es la lucha contra el Capital y su sistema, que impone sus necesidades de más y más Capital a costa de la vida humana. Es la lucha de mujeres y hombres por la destrucción del capitalismo y por la construcción de una verdadera comunidad humana, sin propiedad privada, sin Estado y sin roles de género impuestos.


Notas:
  1.  Recomendamos el libro de Silvia Federici, «Calibán y la bruja», Editorial Tinta limón, 2011. Disponible tambien en la web.
  2. Recomendamos ampliar el tema con el texto De la libertad, contenido en el libro «Contra la Democracia» de Miriam Qarmat, colección Rupturas. Disponible tambien en la web.

DECLARACIÓN INTERNACIONALISTA CONTRA LA GUERRA EN UCRANIA

¡GUERRA A LA GUERRA! ¡NI UNA SOLA GOTA DE SANGRE POR LA “NACIÓN”!

La lucha de poder entre los clanes oligárquicos de Ucrania amenaza con escalar hasta el conflicto armado internacional. El capitalismo ruso intenta utilizar la redistribución de poder del estado ucraniano para implementar sus ya añejas aspiraciones imperialistas y expansionistas en Crimea y en el este de Ucrania, donde cuenta con fuertes intereses económicos, financieros y políticos.

En el marco de la inminente crisis económica de Rusia, el régimen está intentando avivar el nacionalismo ruso para distraer la atención de los crecientes problemas socioeconómicos de los trabajadores: salarios y pensiones de pobreza, desmantelamiento del sistema de salud, así como de la educación y otros servicios sociales. En el medio del estruendo de la retórica nacionalista militante es más fácil completar la formación de un estado corporativo y autoritario basado en valores conservadores reaccionarios y en políticas represivas. En Ucrania la aguda crisis económica y política ha llevado a una creciente confrontación entre los clanes oligárquicos “viejos” y “nuevos”. Los últimos usan incluso formaciones ultraderechistas y ultranacionalistas para dar un golpe de estado en Kiev. Los “viejos”, la élite política de Crimea y el este de Ucrania, no desean compartir su poder y sus propiedades con el próximo gobernante de turno en Kiev e intentan apoyarse en la ayuda del gobierno ruso. Ambas partes recurrieron a la histeria nacionalista rampante: ucraniana y rusa respectivamente. Hay choques armados, derramamiento de sangre. Los poderes occidentales tienen sus propios intereses y aspiraciones y sus intervenciones en el conflicto podrían llevarnos a una Tercera Guerra Mundial.

Los grupos beligerantes de los jefes fuerzan, como de costumbre, a la lucha por sus intereses; a nosotros, la gente común, trabajadores asalariados, parados, estudiantes, pensionistas…, nos convierten en adictos a la droga nacionalista, nos lanzan a unos contra otros haciéndonos olvidar nuestras necesidades e intereses reales. A nosotros no nos importa ni puede importarnos sus “naciones”, en las que ahora nos vemos preocupados por problemas más vitales y urgentes —el cómo ganarse la vida se enfrenta con el sistema que han fundado ellos para esclavizarnos y oprimirnos.

No sucumbiremos a la intoxicación nacionalista. ¡Que se vayan al infierno con su Estado y sus “naciones”, sus banderas y despachos! Esta no es nuestra guerra y no debemos participar en ella pagando con nuestra sangre sus palacios, sus cuentas bancarias y el placer de sentarse en los mullidos sillones de las autoridades. ¡Y si los jefes de Moscú, Kiev, Lviv, Kharkiv, Donetsk y Simferopol, Washington y Bruselas empiezan esta guerra, nuestro deber es resistirnos a ella por todos los medios disponibles!

¡Ni guerra entre “pueblos” ni paz entre clases! 

KRAS, Sección Rusa de la Asociación Internacional de los Trabajadores.

Nota aclaratoria de la Oveja: este material fue lanzado a las calles hacia fines de febrero. Desde entonces, el golpe de Estado se ha efectivizado y la situación en Crimea roza el estado de guerra. Resta todavía ver si habrá enfrentamientos entre los ejércitos de ambos países o si la región realizará un referéndum para ser anexada por la Federación Rusa.

CRISTINA SE PONE LA GORRA… SI ES QUE ALGUNA VEZ SE LA SACÓ

En medio de una crisis que se siente cada vez más en los bolsillos proletarios, los dichos del 1° de marzo de la presidenta no hacen más que ratificar el plan del Capital sobre nuestras vidas, cuando por estos días comienzan a asomar algunas manifestaciones colectivas de disconformidad. Tanto su séquito de alcahuetes como la oposición aplaudieron enardecidos cuando dijo: «Todo el mundo tiene derecho a protestar, pero no cortando las calles, impidiendo que la gente vaya a trabajar. Creo que vamos a tener que legislar sobre una norma de respeto y convivencia urbana (…) No puede ser que diez personas, por más razón que tengan, corten el tránsito y perjudiquen a miles. No puede ser que diez personas te corten una calle por más razones atendibles que tengan y que no pase nada».

Prestemos atención a como también desde la prensa — tanto “opo” como “corpo”— desde hace semanas vienen intentando instalar el tema de “¿qué hacer con los cortes?”. En realidad están preparando el camino para legitimar una mayor y eficaz represión en el corto plazo.

En estos momentos se visualiza una distensión en la falsa pelea entre oficialismo, oposición y prensa. Todos acuerdan con que hace falta más mano dura para respetar “la vida ciudadana”. Siguiendo el hilo “la jefa” respaldó la condena a los trabajadores petroleros de Las Heras: «Los condenaron a los responsables de ese homicidio terrible, alevoso, porque fue sin defensa alguna, y estaban protestando por esa condena. Cortaron la Panamericana por esa condena», refiriéndose a la jornada de lucha del 27 de febrero donde hubo protestas en todo el país y solo en Capital hubo alrededor de 12 cortes. Varias de estas manifestaciones fueron reprimidas con mayor o menor violencia.

No conforme con esto arremetió también contra el conflicto docente que viene desde hace semanas: «no puede ser que cada año sea un parto el inicio de clases por la discusión salarial —y agregó:— a veces uno tiene la sensación de sentirse rehén» (¡!). Además defendió el presentismo de la manera más burda: «¿es justo que el que va todo el año, que el que se pela el que te dije para estar sentado frente al grado con todos los deberes cobre lo mismo que el que va cada muerte de obispo o agarra cuanta licencia tiene a mano?». Y llamó a correr las paritarias a junio a fin de garantizar el ciclo lectivo.

El día 6 —primer día de las 72 horas de paro— en Garupá, Misiones, una brutal represión en manos de gendarmería y de la policía misionera sobre un grupo de docentes, municipales y otros trabajadores concluyó con más de veinte detenidos y varias maestras heridas.

A pesar de todo, el paro docente se llevó a cabo con un gran acatamiento en la mayoría de las provincias del país, y en Capital Federal.

Se viene un año difícil y queda explícito que no se va a escatimar en represión. Una vez más resaltamos que el Estado, con la careta que sea que tenga puesta, está al servicio del Capital y garantiza el crecimiento de sus ganancias a costa de la vida de los que trabajamos. Que no nos metan miedo, salgamos a la calle, hagamos lo que consideremos necesario y no sostengamos la ideología ciudadanista de que “protestar es un derecho”. Los sindicatos que ahora se quejan serán los primeros en denunciar a los más incontrolados. Protestar, manifestarse, no es un derecho, es una necesidad humana para irrumpir en la normalidad capitalista y poder vivir mejor.